𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 𝟏

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La ansiedad palpitando nuevamente, otra vez esta sensación de opresión en su pecho y el sudor helado recorriendo su piel.


¡Huye! Intenta gritar para sí mismo

¡Corre, maldita sea!

Siente su garganta secarse hasta volverse una salina. Sus músculos arden y tiemblan como crepitantes flamas. Rojo, amarillo y naranja forman sus manos, suben por sus piernas, recorren sus brazos hasta alojarse en su cabeza que palpita al son incesante de sus pasos.
Más rápido, con más prisa; es la desesperación lo único que lo impulsa ahora. La sensación de peligro que vibra a través de todo su cuerpo es el motivo que le impide voltear su rostro. No puede dejar de percibir su arrastre ligero mientras avanza para alcanzarlo. Eso, lo que viene tras de él. Eso, lo que lo ha estado internando en un laberinto de pinos desde que sus ojos vieron el último rayo de luz esconderse tras el horizonte. Esa cruel y astuta creatura que lo persigue sin tregua hasta el amanecer, que espera con paciencia a la menor oportunidad para abalanzarse sobre él una vez más.

Sigue avanzando sin importar nada, ni el ardor que lo cubre por completo tras el constante roce de las garras de los árboles que obstruyen su desesperada marcha. Menos le importa lo magullado y dolorido de sus pies descalzos deslizándose por esos desérticos senderos.

Mientras corre, lo siente. Está cerca, demasiado cerca. Ya no intenta despistarlo, ya no confía en su astucia para pensar en una solución ingeniosa. Esa cosa ya lo tiene justo donde quería: vulnerable a campo abierto en medio de un claro iluminado por la despiadada luna, quien no hace ni un intento por esconder su ubicación.

Maldice al pálido espectador de su desgracia y abraza con violencia la tierra que lo sostenía. Otra vez el inclemente follaje se interpuso en su huida. Puede sentir las pequeñas ramas clavándose en su piel expuesta, la humedad del rocío filtrándose en su ropa. Ya no hay más que hacer, el amanecer llegará pronto, pero él no estará allí para contemplarlo. La calidez de los primeros rayos del sol ya no serán más un consuelo para su piel helada. Al fin y al cabo ¿Qué importa? ¿No ha estado muriendo desde aquella noche? ¿No ha perdido ya, su cuerpo, su habitual calidez? ¿No ha sido remplazada esta con esa rigidez tan característica de los habitantes de ultratumba? Es cierto, él ya está muerto, siempre lo estuvo.

La bestia capta la oportunidad y salta con ferocidad hacia su víctima clavando unos largos y afilados dedos en su pierna izquierda. Un grito como el de alguien desgarrándose parece oírse a la distancia, pero Stiles no se deja engañar, hace mucho que aprendió que ese ensordecedor aullido no es más que su propia voz intentando atravesar el velo de dolor que aprisiona hasta sus propios oídos.

El monstruo retuerce las anchas garras en las que terminan sus insanamente largos brazos. Las desliza con brutalidad por su carne dejando profundos surcos donde antes hubo tersa piel blanquecina.

Está acabado, no sabe desde cuándo, quizás siempre lo estuvo, aunque no está seguro. Lo que sí sabe es que está acabando, lo sabe perfectamente. Esta tan cansado, tan hastiado de todo, de ellos, de él, de sí mismo, de ese monstruo horrible que no le da tregua; que toma una decisión, talvez desesperada, pero es lo único en lo que puede pensar en estos momentos. Con su cuerpo destrozado y el miedo empañando sus ojos toma valor y se retuerce hasta ver la cara de su perseguidor. Abre grandes los ojos y se obliga a clavar sus iris caramelo en él hasta el final. Desliza sus ojos por los cabellos una vez castaños, bañados ahora por una tonalidad enfermiza entre negro y granate. Admira sus orbes tan parecidos a los suyos, desbordados por la locura, segados por la sed de sangre.

Oh, cuan goloso se ha vuelto el monstruo que tiene en frente, ese que a pesar de estar cubierto de podridos ríos carmesí viene tras de él cada noche buscando reclamar un poco más. Y ¿quién era Stiles para negárselo? ¿Qué podía hacer Stiles para negárselo? Nada, no había nada que él pudiera hacer para evitarlo, igual que la noche anterior y la anterior a esa, igual que hace un mes cuando el Nogitsune tomo su cuerpo e hizo lo que quiso con él. El ciclo sin fin en el que se había internado parecía tragarlo una vez más.

Besado por Sombras *Steter*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora