Capitulo 5: Carta

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Aun sentía el calor del pequeño cuerpo de la reina al lado suyo. Como podía rodearla por completo con uno de sus brazos con gran facilidad. Soltó un suspiro. Le aterraba estimarla más de lo que creía. Había ciertos factores que la inquietaban.

Lo que más la molestaba era aquel circulo de hierro que decoraba su cuello.

¿Era un contrato perpetuo?

Era imposible que se sacara el artefacto sin morir, a menos que tuviese la entrada de una llave por algún lugar que no puede encontrar ni con sus dedos ni con sus ojos. Una llave escondida. Si, eso sonaría bien. Pasar el resto de sus días con eso en el cuello parecía extenuante, pero estaba segura que le salvaría la vida. Si decide irse del castillo, aun tendría el seguro de vida consigo. Nadie podría intentar nada. El sello de la familia real estaba ahí.

¿Y si quería seguir su vida?

Seguirla al lado de otra persona, desligarse de la corona o simplemente seguirla a su manera rastrera. Tendría algunos problemas con eso en el cuello.

Soltó una risa amarga.

Era gracioso pensar en eso ahora. Jamás había estado en sus metas de vida. Solo quería una segunda oportunidad para dejar de huir. Para vivir su vida. ¿Esta era esa oportunidad que el destino le daba? Maldecir al destino durante tanto tiempo debió darle un futuro algo dramático. Su vida ya era bastante dramática. Debía de estar cumpliéndose poco a poco.

Tenía su rostro apoyado en su mano. Empezaba a dormirse en aquel blando sillón, cuyas pieles le brindaban calor y confort.

Los pueblerinos entraban, de uno en uno, a hablar con la reina.

Todo eso había sido idea suya. Su consejo era que, en vez de arreglar las falencias del pueblo a escondidas, debía dejar que el mismo pueblo le mencionara las falencias para cumplirlas. De ambas formas se llegaba al mismo objetivo. Pero si los pueblerinos le decían que querían algún tipo de entretención, y ella lo cumplía, ellos estarían agradecidos con ella por escuchar sus deseos. Pero si les daba la entretención por decisión propia, ellos sentirían que es una forma de comprarlos.

Su mentalidad y forma de ver la humanidad, era un factor útil para la reina, debía admitirlo. No era solo su ego hablando, así eran las cosas. ¿Qué sería de la reina sin ella? Eso hizo que una sonrisa se formara en su rostro.

La rubia la miró con sorpresa cuando le explicó el plan, como si la mente humana fuese lo más retorcido de la vida. En parte así lo era.

A pesar de su buen plan, escuchar a tanta gente hablar por horas, empezaba a aburrirla. La reina, en cambio, parecía muy entusiasmada con las peticiones. Podía ver un lado del pueblo que no había visto en toda su vida. El aislamiento la hizo ajena a los asuntos que se vivían frente a su nariz.

Estuvieron desde el amanecer hasta la hora de la comida. Las puertas del castillo habían sido abiertas, pero no lo suficiente para que todos los pueblerinos que estaban afuera pudiesen entrar. Les hablo, a los molestos pueblerinos, de que la instancia se repetiría, que estuviesen atentos. Palabras sagaces que dejaron al pueblo tranquilo. Se los estaba ganando poco a poco. Esa instancia y el revuelo en el pueblo empezaban a hacer viajar la palabra de que la reina era diferente a lo especulado.

Sin duda Historia Reiss tenía un don. Aunque fuese una mujer solitaria, podía ser agradable si tenía buenas intenciones. Ahora eran buenas intenciones reales, no solo una farsa para encajar. Para ser querida. Realmente quería ayudar y hacer crecer su reino. No solo porque estuviese obligada a hacerlo.

Después de la comida se quedó completamente dormida. Estar sentada ahí escuchando gente hablar de sus problemas la dejaba cansada. No le interesaba en lo absoluto las preocupaciones mundanas de esa gente. Lo que les pasara a ellos o al reino no era su problema. Su problema era la reina. La única persona en la cual se interesaba aparte de en sí misma.

Cursed Kingdom (Reino Maldito)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora