Capitulo 3: Niñas

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Se quedó viendo a esa pequeña niña rubia que lo único que hacía era mirar los caballos trotar de un lado a otro. Estaba concentrada. Sus ojos azules brillaban de emoción cuando alguno de los animales se acercaba a ella pidiendo cariño.

Si. La niña era feliz.

Sintió el sabor a sangre en sus labios. El sabor a tierra entrando a su boca.

Si se quedaba quieta los adultos dejarían de golpearla. Dejarían pasar sus pecados pensando que había muerto. Se quedó inerte viendo la oscuridad de sus ojos cerrados, mientras las patadas reducían su impacto, hasta que ya no sentía nada ni nadie a su alrededor.

Lo siguiente que vio fueron esos ojos azules, enfocados en su dirección. La miraban con preocupación. Le ofrecía una de sus pequeñas manos. No quería aceptarlo. No. No iba a aceptar nada de nadie. No iba a dar lastima. No iba a ser esa clase de persona.

Iba a seguir adelante siendo ella misma. Haciendo las cosas por sí misma. Iba a dejar de fingir ser alguien más.

Se levantó del suelo y se sacudió la ropa, ignorando por completo el dolor que la penetraba al ejercer cualquier movimiento, así como ignoraba por completo a la pequeña chica que estaba a su lado. Aun así, ella lograba meterse en su campo de visión.

Le preguntaba si estaba bien, una y otra vez, hasta que tuvo que mirarla fijamente para decirle que lo estaba. Incluso aunque la sangre y la tierra en su rostro y cuerpo dijeran lo contrario. Estaba acostumbrada. Ya había sido maltratada luego de haberse hecho pasar por un familiar de los religiosos de la zona, luego de ese dolor que sintió, ya nada le sorprendía, ya nada sería suficientemente doloroso.

En el rostro de la chica se veían heridas, al igual que en la suya. Ahí empezó a entender porque aquella niña rubia pasaba más tiempo con los animales que con los niños de su edad.

La madre de la niña no estaba ahí. No abría la puerta de su casa. No apoyaba a su hija que era atacada casi a diario. ¿Por qué seguía siendo tan buena si el mundo era cruel con ella?

¿Quería ganarse el amor de otros? ¿Su perdón? ¿Por qué?

No tenía que pagar por los pecados de sus antecesores.

Si.

Eran parecidas. Ambas sufrían por culpa del pasado.

Iba a huir de ese pueblo, ya no podía permanecer ahí más tiempo. Mientras supieran que era una pequeña ladrona, debería huir. Así funcionaban las cosas. Mientras supieran lo que había hecho hace tiempo. Mientras sus pecados la condenaran.

Sonrió para sí misma. Sus propias palabras sonaron fuertes y decisivas. Las palabras que le dijo aquel día a aquella niña, en aquel preciso día de invierno.

Tomó a la rubia de los hombros, y la miró fijamente.

"Si puedes tener una vida diferente a esta, hazlo con tu verdadero nombre, con tu frente en alto, y vive para ti misma. Puedes forjar tu propio destino."

...

Despertó de golpe. Los calabozos seguían tan silentes como siempre.

Rio con sorna. Se sentía extraña. Se sentía una idiota.

"Debió escucharse algo irónico el escuchar eso de una niña."

Se acomodó en su cama. Un sudor frio le recorría la sien.

¿Debería hablar de eso con la reina?

¿La reina recordaría aquello?

No tenía duda alguna. Todo parecía encajar en su mente. El pueblo aquel debería haber sido del reino maldito, cuando no era llamado así. Aunque en realidad lo único que le hizo clic fueron los ojos azules. Los ojos azules y el nombre.

Cursed Kingdom (Reino Maldito)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora