C8: Perdida

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Eva Brooks.

Vi el auto blindado fuera de mi casa y quise no hacerlo porque sabía lo que significaba.

Mi madre estaba sentada en el sofá esperando igual que yo, solo que ella creía una cosa muy diferente a lo que iba a ocurrir. No había hablado con Hoffman desde hacía tres días y pensé que nuestro acuerdo había expirado, quizás encontró otra chica que le ayudara en lo que pretendía y fuese más sumisa o tuviera menos condiciones que yo, eso me convendría porque me desharía de él aunque también perdería la exuberante paga que me iba a dar por solo actuar como su esposa, ya que era dinero que no me vendría nada mal.

Vi bajar primero a Drew, el auto que conducía Pablo estaba estacionado a unas cuadras, lo pudo divisar aunque no quisiera siendo consciente de que cada día a determinada hora, él se encontraba allí. Luego salió del auto con unas gafas oscuras ocultando sus ojos, el temible abogado Hoffman. Dejé caer las cortinas apartándome de la ventana y sentándome al lado de mi madre, besando su sien como ella había hecho tantas veces conmigo esperando que tocaran la puerta de casa. Ella pareció darse cuenta, y buscó mi mano, apretándola con toda la fuerza que podía reclutar en ese instante.

—Todo estará bien, mamá.—susurré.

—Eso es lo que más quiero, cariño. Sobretodo, que tú lo estés.—murmuró muy bajo convirtiendo del momento en el más íntimo entre las dos.

Tocaron. Me levanté y mi madre no soltó mi mano, volteé a mirarla y ella sonrió asintiendo.

—Lo entiendo, hija.—afirmó y quise lanzarme a llorar entre sus brazos pero a diferencia de ello, me tragué mis lágrimas, soltando su mano con delicadeza y encaminándome hasta la puerta.

Abrí. Su perfume me embriagó al ser quien estaba delante del séquito que traía detrás. Me envalentoné cuando todos quisieron entrar en mi casa y yo me planté en el centro, bajo el umbral con los brazos apoyados en el marco de la puerta evitando que pasaran.

—Solo tú.—farfullé al ver que Derek mostraba confusión y me lanzaba una mirada severa.—Y Drew.—añadí sin importarme qué me quisiera decir algo más con los ojos.

En esos segundos solo pasaba por mi mente que dejaría a mi madre internada en una clínica, sin mi supervisión ni mi cuidado, y pasaría los demás días sola en la casa de mi niñez pero sin un rastro de aquella niña risueña que solía ser. Tragué saliva y limpié con rapidez una lágrima al recordar que poco a poco iba perdiendo a quienes realmente quería.  Mi familia se destruía segundo a segundo.

Mi celular zumbó en mi bolsillo, agradecí que lo hubiera puesto en vibrador porque sino hubiera sido muy bochornoso que la voz de Michael Jackson interrumpiera un momento como tal. Ignore la llamada de Julissa y dejé el paso a los hombres que había mencionado.

—Buenos días, señora Brooks.—saludó Derek dirigiéndose a mi madre, ella asintió con una sonrisa que no le llegaba a los ojos. Era necesario montar una pequeña escena, en eso acordamos. Tanto Drew como mi madre tenían que creernos, si ella lo hacía, convenceríamos a cualquiera con nuestra actuación.

Me acerqué a Derek tomándolo de la mano y él tácitamente entendió.

—Cariño.—Derek me miró antes de dirigirse a mis labios y rozarlos suavemente, Drew apartó la mirada pero mi madre no.—¿Has hablado con tu madre?—me susurró sobre mi boca y yo negué buscando su mano a un lado de su cuerpo y volteamos a ver sobre el hombro. Pablo se acercaba. Y la verdad no tenía fuerzas para luchar también contra él. Así que apreté la mano de Derek, él volteó a ver lo mismo que yo y le hizo una señal a Drew que desapareció.

Exclusivamente mía | Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora