Capítulo 1: Pensando en ti

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Domingo, 30 de agosto.

El viaje de vuelta a Japón fue tranquilo para el grupo de Senku y sus amigos, hicieron escalas similares, pero quedándose una menor cantidad de tiempo, ya que Ryusui quería llegar el domingo por la noche para tener tiempo aún de ir a ver los fuegos artificiales el día lunes, justo antes de retornar a sus actividades escolares. Él estaba desanimado y, desde el primer momento, declinó la propuesta realizada por sus amigos: definitivamente no tenía ánimos para pensar siquiera en ir de paseo.

También durante el viaje, Senku había tenido que soportar la insistencia de Luna pidiéndole su número telefónico y ver cómo Sai intentaba parecer indiferente ante esta situación. Evidentemente, no le dio el número a la rubia y se mantuvo ignorándola, aunque tampoco tenía muchos deseos de hablar con nadie, por lo que fingió dormir todo lo que pudo durante el viaje.

Y sí, el viaje había sido al final lo suficientemente agotador para que Senku no tuviera que lidiar demasiado con sus amigos, los cuales no quería cerca de él ni un milímetro. Gen había intentado animar el viaje por un momento con sus trucos, pero parecía más bien que hubiera una tristeza colectiva en ese momento que los estuviera llevando a no querer hablar. Así que finalmente se había resignado a que no contentaría a sus amigos y se había ensimismado, colocándose unos audífonos para oír música y sentándose junto a Senku el resto del viaje.

Al llegar, el chofer de los Nanami los llevó a todos a sus respectivos hogares, siendo Senku, por suerte, el tercero en quedarse en su casa. Se despidió con indiferencia sólo levantando la mano y entró a la casa arrastrando su maleta.

—Ya volví —saludó entrando, mientras se quitaba los zapatos.

—¡SENKUUUUU! —chilló Byakuya, emocionado, corriendo hacia él—. ¡Te extrañé muchísimo, hijo! —Le saltó encima al científico, intentando abrazarlo fuertemente.

—¡Suéltame, viejo! —reclamó Senku, haciendo lo posible por zafarse.

—¡Senku, que alegría que hayas vuelto! —se emocionó Lillian, acercándose también a ellos y repentinamente abrazándolos a ambos y juntándolos.

—Hola, Lillian. ¿Cómo han estado? —saludó él con más cariño a la rubia.

—¡Muy bien! Decidimos ir de viaje a Hokkaido para pasear y que así Byakuya no se sintiera triste por tu ausencia —explicó ella, ya por fin soltándolos.

—¿Cómo estuvo el viaje, hijo? —preguntó esta vez Byakuya, con los ojos iluminados de emoción.

Senku se llevó el meñique al oído y empezó a rascárselo con indiferencia.

—Pues... nada mal. —Fue todo lo que dijo, recordando las cosas buenas del viaje—. Me hubiera gustado que durara un poco más —concluyó encogiéndose de hombros—. Ahora iré a mi habitación —indicó y subió las escaleras hasta su cuarto.

...

Martes, 01 de septiembre.

El último día de agosto Senku no había salido, fingió que tenía que terminar sus deberes para justificar el quedarse encerrado todo el día en su habitación, pero la realidad era que no dejaba de pensar en Kohaku. Sentía como si el tiempo que estuvieron juntos hubiera sido algo incomparable, sólo la ciencia lo estimulaba hasta ese punto y no podía negar cuánto anhelaba verla otra vez, pero tampoco podía contarle eso a Byakuya, ya que probablemente sólo lo molestaría y eso no era algo que él quisiera.

Pensó en dejar su orgullo de lado para escribirle a Kohaku, pero realmente no valía la pena. Así que prefirió obviar lo que en ese momento estaba sintiendo y continuar con su vida. ¿No iba a terminar con Cardiomiopatía de Tako-tsubo por eso, cierto? Era mejor que se dedicara nuevamente a sus estudios. En definitiva, los sentimientos eran lo más ilógico que existía.

Un Millón como TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora