Historias PaperHat

Historia 2

El nuevo ciclo daba inicio.

Y la familia Hat, estaba despertando ajetreada para un nuevo día en las tierras flotantes de Two Faces.

En el castillo más grande, residía el matrimonio compuesto por el Conde Crour y la Condesa Charity junto a sus hijos gemelos White y Black, de nueve años. Niños que eran tan opuestos que alborotaban las mañanas de sus padres, quienes los amaban a pesar de los regaños que impartían. Ese día, el menor de los diablillos había insistido a su hermano que pusieran caracoles vivos en la ventana alta del pasillo de su habitación y, así, asustar a una de las sirvientas que limpiaban la mansión. La pobre les tenía fobia y huyo aterrada derramando su cubo de agua y jabón, sobre el mayordomo que llevaba el te matutino a sus padres antes de bajar a desayunar. La institutriz de los niños, junto a su madre, estaba regañándolos mientras su padre ayudaba a calmar a la pobre joven asustada. El mayordomo se había ido a cambiar, después de recibir las disculpas de su patrón.

A su derecha, en un castillo que era apenas un poco más pequeño, estaba siendo ocupado por la gemela menor de la Condesa Charity y el hermano del medio del Conde Crour: el matrimonio más reciente de la familia, el Conde Skulldread y su esposa la Condesa Clarity. Ambos tenían un pequeño hijo de seis años llamado Cian, un niño asustadizo y lloroso. En aquel momento, el pequeño estaba siendo tranquilizado por los amorosos y pacientes brazos de su madre. Había tenido bajado entusiasmado desde la cama, sin darse cuenta del enredo de sabanas y se dio de bruces contra el suelo. Su padre, algo divertido y enternecido por la impetuosidad de su heredero, estaba acomodando las sábanas para que ya no estorbaran las piernas del infante.

No muy lejos de allí, esta vez a la izquierda, se alzaba un castillo sin murallas y de tonalidades opacas, siendo aquel lugar la residencia del tercer hermano (y el menor) de los Hat: el Conde Scissor y su esposa la Condesa Margaux. El alto ser arcano estaba alterado y despertaba a los apurones a su hijo Grey, de catorce años, para que fuera a llevarle a su abuela los papeles que se atrasó de enviarle. Mientras, se vestía apurado para la junta anual del Ejercito Real, tropezando con la bandeja del desayuno dispuesta por su esposa, quien se reía entre dientes por lo adorable que lucía su pareja todo apurado. Ella había abierto un portal para que no se notara el despiste ante sus compañeros del ejército y superiores.

Era un típico inicio de temporada, nada había cambiado la rutina de las familias. Y, quizás por eso, ninguno se dio cuenta de que, en el Salón de las Uniones de sus castillos, cinco niños habían nacido enlazándose con los más jóvenes de su linaje directo.

Al cabo de unas cuantas horas, y la rutina escolar de los niños, Black y White se apresuraron en bajar las escaleras de la entrada al castillo. Irían con su padre a la sastrería a que les hicieran sus nuevos trajes, pues cumplirían años en breve y debían vestir atuendos para la fiesta.

El alto Conde, suspiro enternecido al ver a sus gemelos subir al carruaje. Para una criatura como él, los años pasaban muchísimo más lento que para cualquier otro y, sin embargo, era increíble lo rápido que sus retoños crecían frente a sus narices... Recordaba con alegría, como si hubiese sido ayer, cuando los sostuvo por primera vez tras su nacimiento. Junto con el día de su boda, era el mejor acontecimiento que le paso en toda su existencia. Y le estaba dando nostalgia verlos cumplir años, apenas faltaban unos meses para su primera década de vida.

La zona comercial no estaba muy lejos, los caballos espectrales que habían traído de un planeta lejano eran muy veloces. El viaje paso volando entre las bromas de Black y las dulces carcajadas de White. Lord Crour estaba muy orgulloso de sus hijos, pero esa diferencia notoria entre ellos le dejaba un pequeño dilema: sabía que, el día en que decidieran dejar el nido, cada uno iría por su lado, y aquello le preocupaba ¿podrían sus hijos terminar convirtiéndose en rivales? Temía tanto que eso llegase a pasar, destrozaría su corazón y el de su esposa sin duda alguna.