Salmos 73:9

391 67 15
                                    

"Dirigen contra el cielo su boca,

y su lengua recorre la tierra"

Salmos 73:9

Salmos 73:9

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

1400 d. C.

Asmodeo percibió las presencias celestiales incluso sin darse la vuelta. Alzó la copa que sostenía y se giró con una gran sonrisa de bienvenida que era más bien frenética.

Estaba de pie en medio de una iglesia abandonada, vestido con un traje elegante propio de la realeza de la Edad Media y con joyas adornándole cuello, orejas, brazos, manos.

Miguel entró primero a través de la puerta principal que estaba ladeada. Se inclinó a pesar de que las únicas imágenes que podían ser tomadas como religiosas eran las de las vidrieras. Por lo demás, quedaban sillas largas de madera, una columna de acero donde poner una vela y una vieja mesa haciéndose pasar por altar.

Rafael venía detrás de él. Hizo desaparecer sus alas y le indicó a Miguel que hiciese lo mismo, pero este ya estaba dirigiéndose a Asmodeo.

-Por favor, reconsidera-

-¿Reconsidero qué? -Asmodeo dio otro trago a su copa y luego vertió el alcohol sobre la mesa del altar, sin parar de sonreír-. ¿Qué pasa? ¿Alguien se ofende si estoy aquí?

Por obvias razones, se creía que la energía divina concentrada en los lugares "sagrados" repelía a los demonios, pero era al revés. Esta energía les atraía porque les recordaba la época en que fueron ángeles, en que su cuerpo estuvo inundado de ella.

Sin embargo, era un acuerdo tácito entre ángeles y demonios que los últimos se mantendrían fuera de estos sitios.

Sólo que Asmodeo estaba demasiado harto para que esto le preocupara.

-El Padre me pidió que-

-¡El Padre te pidió! -espetó Asmodeo, casi escupiendo las palabras-. Como si me importara lo que Él te pide. ¿Puedes no actuar como si no tuvieses mente propia durante cinco segundos o es demasiado pedir, Miguel?

Miguel adoptó esa expresión desamparada de disculpa que ponía cada vez que lo oía así, desde que el Padre se dio cuenta de que tenían una relación cada vez más cercana por el tiempo prolongado que pasaba en la Tierra y le exigió alejarse de él en cuanto llegó al Cielo cubierto de la energía demoníaca de Asmodeo.

Su relación todavía era inestable por entonces, no del todo una amistad, y de vez en cuando tocaba un día en que Asmodeo en verdad sentía algo cercano al odio porque lo hubiese abandonado del modo en que lo hizo.

Rafael tocó el brazo de Miguel, mirando de reojo a Asmodeo, y murmuró algo.

Asmodeo no los escuchó ni le importó no hacerlo. Recogió la botella que tenía junto a la mesa, llenó su copa y empezó a avanzar hacia ellos. Cojeaba y no tenía consigo el bastón.

Lujuria (Pecados #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora