Epílogo: 1 Tesalonicenses 5:21

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"Examínenlo todo y quédense con lo bueno"

1 Tesalonicenses 5:21

Conocemos la historia que se ha difundido de forma universal

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Conocemos la historia que se ha difundido de forma universal. El bien y el mal. Un bien absoluto y un mal que no tiene humanidad alguna. El enfrentamiento eterno, las tentaciones a los seres humanos, el Día del Juicio.

Todo esto ha sido escrito, reescrito, traducido, distribuido y enseñado como parte de una de las doctrinas más grandes del mundo.

Pero esa historia, como también sabemos, ha sido tocada por manos humanas. Y al igual que pasa con cualquier historia, la escriben quienes llevan la ventaja.

No le pides a un demonio que escriba su propia historia sobre lo que ha vivido y qué le hace actuar de la forma en que actúa, pero puedes esperar que una persona que no lo ha visto, que desconoce sus motivos, escriba de él como si todo lo que pusiese en papel fuese la certeza más absoluta.

Si Asmodeo escribiese una historia sobre él, le gustaría hablar de dos arcángeles persiguiéndolo por el Edén cuando creyó que estaban ahí para llevarlo de vuelta al Cielo antes de acabar su expedición. De la risa de Lilith que le parecía el mejor sonido del mundo en aquella época, de la sonrisa de Salomón torciéndose hacia un lado cuando lo miraba, de la forma en que Sara se colgaba de su brazo cuando quería pedirle un beso mientras nadie los estaba mirando y de cómo los seres humanos te rompen el corazón, incluso siendo un demonio.

De haber tenido una vida larga. Del adiós de Miguel y el profundo odio que sintió. De ese odio que luego salió en forma de llanto y dio lugar a un camino diferente en que podían tender nuevos puentes y ser amigos.

Le gustaría hablar de lo malo tanto como de lo bueno. Del volcán que dicen que estalló por su culpa y de Lucifer tallando constelaciones en su cama para que pudiese dormir. De las guerras que se iniciaron porque cierto ángel le entregó la pasión a la humanidad entre sus regalos y no sabían manejarla y también de la desolación y preocupación cuando los gemelos Belcebú y Belfegor cayeron. De que era él cuando castigaba a las almas en la fosa que no merecían el perdón igual que cuando se le formaba un nudo en la garganta porque alguien bueno llegaba a su infierno sólo por no cumplir los estándares divinos y le prometía que ya había acabado, que estaría bien a partir de ahora.

Pero hoy en día, sus historias favoritas eran sobre Sariel intentando apostar sus flechas divinas en los casinos de la zona de adicciones y a Rafael arrastrándole en la dirección contraria, mientras forcejeaban.

—¡Puedo hacerlo! Déjame que lo haga, ¡déjame, déjame, déjame!

—¡Que no! —Asmodeo se reía al recoger las flechas con cuidado de no rozar la punta—. ¡Y ustedes no toquen eso...!

Que a veces acababan con un demonio menor lloriqueando por el ardor cuando las tocaba.

Sobre Rafael arrodillado frente a él, utilizando su energía para calmar la lesión en su pierna, mirando desde abajo cada una de sus reacciones.

—¿Bien?

Asmodeo asintió.

—Mejor que nunca —Y le guiñó.

O sobre despertar acurrucado contra sus dos arcángeles, y al dejar el cuarto, ver que había demonios menores que obedecían a las peticiones de Rafael y Sariel, como si aquel también fuese su hogar, su infierno. Quizás porque en parte sí lo era.

La humanidad no entendería esto, era probable que no todo el Cielo y el infierno lo hiciesen tampoco, pero no importaba. Esas historias que eran sus preferidas podían seguir siendo sólo suyas, hermosos secretos que le sacaban sonrisas y lo hacían sentir enamorado y algo tonto. Afortunado.

Asmodeo estaba cansado de preocuparse por las historias que contaban acerca de él. Elegía quedarse con las suyas. Sus versiones eran mejores.

Que el resto pensase lo que quisieran y se mantuviesen sin conocer estas versiones.

La verdad sería sólo para quienes desearan oírla. 

Lujuria (Pecados #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora