Efesios 4:19

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"Y ellos, habiendo llegado a ser insensibles, se entregaron a la sensualidad para cometer con avidez toda clase de impurezas"

Efesios 4:19

Algún punto en el inicio de los tiempos

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Algún punto en el inicio de los tiempos

El Edén merecía ser considerado el Paraíso terrenal. Era casi tan majestuoso como el verdadero Cielo. Fue creado con esmero y la esperanza que venía con la nueva especie que lo habitaría.

Y durante un momento breve en un mundo de millones de años, todo fue perfecto.

Pero cuando el primero cayó, no les tomó mucho tiempo seguirlo.

-¡Padre...! ¡Padre, permítame...! ¡Padre, por favor! ¡Por favor!

Samael lloraba, de rodillas ante el inmenso trono del Cielo. Era la segunda vez en el Paraíso que un serafín bajaba sus pares de alas hasta tocar el suelo y se descubría por completo en presencia de ángeles que no pertenecían a su legión.

La primera fue cuando Luzbel discutió con el Padre. Y sabían bien cómo terminó.

-Padre -musitó Samael, avanzando sobre manos y rodillas más cerca del trono, sus alas todavía caídas y plegadas cerca de su cuerpo-, sólo escúcheme...

He oído suficiente de Rafael.

Samael no pudo evitar mirar hacia un lado. A la izquierda del trono, un arcángel se encogía al oír al Padre pronunciar su nombre. Por su expresión mortificada y la forma en que temblaba, estaba tan angustiado como Samael.

-¿Qué...qué oyó de Rafael...?

Tus conversaciones con la humanidad, especificó el Padre. Su poderosa voz retumbaba en el Cielo y dentro de sus cabezas. Sus ángeles ni siquiera sabían si en verdad movía la boca, porque nadie más que Raziel, quien era guardián de los secretos, podía ver su rostro.

Les enseñaste el placer mundano.

Samael unió las manos a manera de súplica e intentó controlar el aleteo nervioso de sus alas.

-Pensé que era un buen regalo -murmuró-, les expliqué que sería diferente para cada quien, que las relaciones debían ser entre personas adultas, incluso establecí como regla que se necesitaba el consentimiento de parte de cada persona que-

El sexo tiene la reproducción como única función, Samael.

-No pensé que fuese nada malo -explicó él, sintiendo que su ansiedad empeoraba y sus alas estaban a punto de aletear de nuevo y chocarse entre sí-, tengo claro que no a todas las personas les gustará el sexo, pero intenté- intenté que fuese más que reproducción. Que fuese un vínculo, una forma de intimidad para-

Los corrompiste.

Junto al trono, Rafael dio un brinco y se giró para ver de reojo la silueta de quien se sentaba allí, horrorizado. Volvió a fijarse en Samael, que boqueaba, todavía de rodillas.

Lujuria (Pecados #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora