Apocalipsis 22:11

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"Deja que quien sea injusto, siga siendo injusto; que quien sea impuro, siga siendo impuro; que quien sea justo, siga practicando la justicia; y que quien sea santo, siga santificándose"

Apocalipsis 22:11

Apocalipsis 22:11

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2022

De vez en cuando, el gobernante de un infierno debía hacer una visita a Lucifer para charlar sobre cómo iban los números de pecadores. Ya que el de Asmodeo era el infierno más grande, también era quien lo visitaba más seguido.

Y últimamente era común que se encontrase escenas como esta cuando lo hacía.

Asmodeo se paró bajo el umbral que daba a la sala del trono, cruzado de brazos y medio abrazado a su bastón.

Reese también estaba sentado en el trono, vestido con la capa de príncipe honorario (o consorte, como le llamaban los demás demonios cuando él no los oía), muy ocupado besando la mejilla de Lucifer y susurrando algo en su oído.

Asmodeo carraspeó.

—¿Me invitan? Si no, dejen de presumir al menos.

Reese tuvo la decencia de mostrarse un poco avergonzado y ocultar su cara en el hombro de Lucifer, mientras que él sólo apoyó el codo en el reposabrazos de su lado, la mejilla en su palma, y le preguntó qué quería.

No me molestaría tener un Reese, pensó. Pero no quería lidiar con la reacción que tendría si lo escuchaba decirlo.

—De nuevo la mayoría se ha quedado —indicó Asmodeo, intentando relajar un poco su postura—. No quieren ni oír sobre el Purgatorio o la posibilidad de ir al Cielo.

Sí, en su infierno no era común enviar a alguien al Purgatorio. No porque le tocasen sólo malas personas, tenía separadas a la gente mala y perversa que era castigada de la gente buena que no cumplió los estándares divinos, pero no les apetecía marcharse. Decían que allí era más divertido o que no tenían ganas de ir al mismo lugar que las personas que conocían que sí seguían todos los mandamientos.

Asmodeo no les echaba toda la culpa. El Cielo tenía a algunas personas insoportables. Él tampoco elegiría su compañía.

—Si no son un problema para Lujuria —dijo Reese, en tono suave—, ¿por qué no permitir que se queden?

—Es una buena idea —Lucifer asintió y agitó una mano hacia Asmodeo en una clara invitación a retirarse.

Asmodeo rodó los ojos.

—¿Qué hay de mi cuota para enviar al Purgatorio?

—Sobra gente en otros infiernos a los que podríamos darles una oportunidad —repuso Lucifer, más interesado en Reese que en lo que le decía.

De un tiempo para acá, los demonios susurraban que tenían un nuevo rey del infierno. Y no era un ángel caído, sino un humano.

Asmodeo decidió dejarlos en su nube de felicidad y abandonó la sala del trono. Algunos demonios menores de cenizas o similares a gárgolas lo esquivaron en el pasillo, mientras él tomaba un desvío hacia otra puerta del largo pasillo de ese infierno edificado a semejanza de los lugares humanos y se deslizaba en un infierno diferente, más similar a una cueva.

Lujuria (Pecados #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora