Salida

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Andrés estaba enamorado y eso lo tenía muy angustiado. Hacía años que sabía que esto iba a pasar, pero había podido evitado enfrentarlo hasta que lo conoció a él y el corazón le dio un vuelco.

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Andrés había ido toda su vida al mejor colegio católico de la región. Allí había obtenido una formación académica de excelencia, pero tambien había aprendido que lo que le pasaba estaba mal y era un pecado.

La primera vez que quiso darle un beso a un chico sintió un miedo helado bajarle por la espalda. Tenía 13 años y estaba estudiando con su mejor amigo en la mesa de su casa, los apuntes extendidos ocupando todo el espacio. Lo había mirado morder la goma del lapiz antes de responderle una pregunta del cuestionario y había sentido una fuerza irresistible empujarlo a besarle los labios. Se controló a tiempo, pero no pudo concentrarse en el estudio por lo que quedaba de la tarde. Cuando su amigo se fue, se encerró en su cuarto a llorar.

Sara golpeó suavemente la puerta y entró al escuchar un gruñido desde adentro. Lo encontró hecho un ovillo en la cama y lo abrazó con fuerza, haciendole saber que ahí estaba.

- Hijo, qué te pasa?

- Nada mami, estoy nervioso por los exámenes - mintió, acongojado.

- Mi amor, vas a ver que estarás bien - le besó la coronilla.

- ¿Y si me va mal? - la miró con ojos acuosos.

- No pasa nada, los rindes de nuevo.

- ¿Y si me va mal de nuevo? ¿Y si fallo? ¿Y si no soy tan inteligente como creen?

- Andrés, mirame - se alejó un poco para mirarlo a los ojos - Lo que nosotros creemos y esperamos de tí, no importa. Importa lo que tu eres y eso es lo que amamos. - el niño estalló en llanto y su mamá lo estrechó contra su pecho - si decides dejar todo y unirte al circo, te vamos a apoyar, si eso es lo que realmente quieres.

- ¿Estas segura, mami?

- Si, estoy segura. - y lo estrujó como había hecho desde que nació.

Despues de esa conversación, Andrés pareció tranquilizarse. Pero unos meses mas tarde, al ver que sus sentimientos no cambiaban, decidió hablar con su maestra favorita. Ante la pregunta, la mujer respondió tajante:

- Eso de lo que estás hablando es un pecado. Puedes sentirlo, pero nunca nunca debes tomar alguna acción al respecto porque va en contra de Su voluntad.

Bajo la dura mirada que le echó, Andrés se sintió más sucio y pequeñito que nunca, por lo que decidió cambiar. Enterró sus sentimientos en un lugar de su corazón y se propuso ser como los otros niños de su edad. Llenó su cuarto con posters de chicas con poca ropa, se colaban a funciones de peliculas donde habia escenas de sexo o desnudos y, eventualmente, se puso de novio con una chica.

Lucía era su mejor amiga de toda la vida, por lo que le pareció natural invitarla a salir. Su relación estaba plagada de ternura e inocencia, se querían muchisimo y no les molestaba mostrarlo. Pero nunca iban mas allá de unos besos. Andrés no sentia el deseo de tocarla, de desvestirla, no quería saber nada con eso. Y Lucía, acorde a su educación, estaba segura de que lo suyo iba en serio y que Andrés la quería para casarse. Cuando éste le confesó lo que verdaderamente pasaba, Lucía le cruzó la cara de una bofetada y lo llenó de insultos. Jamás diría nada a nadie, porque lo consideraba una mancha en su honor, pero no volvió a dirigirle la palabra. De hecho, Andrés dejó de existir para ella y eso le partió el corazón.

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A sus 15 años, Andrés se había convertido en un niño callado, retraido, terriblemente autoexigente y en el mejor promedio de su clase. Su padre, preocupado, un día golpeó la puerta de su cuarto y se asomó con un regalo.

en sentido opuesto a las agujas del relojDonde viven las historias. Descúbrelo ahora