El viaje

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Al año siguiente, nos traslamos a esta escuela en el campo, muy lejos del pueblo. Se llama Angostura.

- ¡Joaquín, no puedo más! - se quejaba mi madre detrás del auto.

Había una empinada y nuestro Fiat 147cc no se movía ni para adelante ni para atrás. Mi madre se había bajado a empujar, pero ignoraba que sus tacos se enterrarían en el barro y desaparecerían pronto.

- Sólo un poco más...- repetía papá.
Mi hermanita y yo, mirábamos. Nos asustaba un poco el paisaje. Enormes árboles verdes y frondosos rodeaban el camino que era muy angosto. Muchas vueltas y subidas y bajadas y más vueltas. Pronto se haría tarde y aún no llegábamos a la casa nueva.

- ¿Necesitan ayuda, señor? - una voz gruesa y cansada resonó. Era de un viejo medio encorvado, que nos miraba desde la cima del cerro.

- Eso parece... - respondió sudoroso mi papá.

- Traeré los bueyes. Esperen aquí - dijo el viejo y desapareció.

- Bueno, tampoco podemos ir a ninguna parte - dijo resignado el papá.

Mi mamá estaba muda. Se había quitado los zapatos de tacos, como todos sus zapatos, que eran muy estilosos y brillantes, que lucía siempre a la moda. Mamá es muy bonita. Delgada y fina y siempre huele a crema Pond's. Además, es la mujer más inteligente que conozco, es astuta y tiene un carácter fuerte y decidido. Creo que es perfecta. Ese día, en la mañana, había ayudado a cargar el camión con nuestras cosas y aunque no quería mudarse, no lo demostraba.

Para nosotras era una gran aventura, para mis padres un dramático cambio de vida, y de eso estuvieron más seguro en cada metro que se adentraban en la cordillera.

Estos no son caminos fáciles... menos mal no les alcanzó la noche... ¿adónde van?- era el viejo arrastrando una yunta de bueyes, que estaban unidos a una cadena que fue amarada a nuestro auto.

- Vamos a la escuela de Angostura... ¿sabe si estamos cerca?...__ preguntó mi papá mientras sacaba una cuerda del maletero.

- ¡Claro, señor!... solo tiene que cruzar dos portones más y va a llegar a una vuelta y después, allá en el bajo, está la escuela.

- Mmm... gracias por el aventón... ¿don?... __ mi papá miraba perdido, como intentando imaginar las indicaciones a seguir.

- Juan Mardones... para servirle _ dijo el viejo tendiéndole la mano, mientras con la otra tocaba el ala de su maltrecho sombrero.

- Mucho gusto, don Juan... yo soy Joaquín Mondaca... somos los nuevos profesores de la escuela... ella es mi esposa Sonia Pineda y nuestras hijas... Elena y Laura... _ señaló mi papá.

- Tengo una nieta que vive conmigo que va a la escuela... y bueno, todos los chicos de aquí van a clases, pero la profesora que había se fue y creíamos que iban cerrar la escuela... pero que bueno que llegaron profesores - decía, mientras no saludaba de mano a cada una con un fuerte apretón y sonreía, mostrando los cuatro dientes que le quedaban.

- Entonces, nos veremos el lunes cuando empiecen las clases - dijo mi papá subiendo al auto y corroborando que las luces estuvieran bien, porque se estaba siendo de noche.

- Bueno, que lleguen bien... y si necesitan los bueyes, yo vivo acá arriba y cualquier cosa van a tocarme la puerta... aquí siempre los autos quedan atrapados o se dan vuelta y yo vengo a ayudarles...- nos contó el viejo mientras arreglaba la cadena en el yugo de sus bueyes y decía adiós con la mano.

No entendí muy bien las indicaciones del viejo, pero después de un rato llegamos a lo que sería nuestro nuevo hogar desde hace 6 años.

No escuché a mi mamá hablar durante casi todo el viaje. Solo sé que nunca más he visto sus zapatos de tacos, sus vestidos y blusas. Ahora en su armario, como en el de todos, solo hay ropa sencilla y cómoda que van con zapato bajo, tipo bototos de montaña y botas de goma.

Al llegar, un portón que ya se caía solo, era la entrada principal. Se notaba que lo habían colocado allí hacía mucho tiempo y no le hacían mantenimiento. Solo había una casa destinada a los profesores, habíamos de compartirla con una profesora soltera, de mediana edad que ya vivía allí, y era la Directora de la escuela.

La Srta. Amaya era muy gentil. Nunca se había casado y no tenía intenciones de hacerlo porque aún no había llegado el indicado, según ella, pero a mí me habría gustado que lo hiciera pues es muy simpática, alegre y agradable. Ella no tenía problemas en compartir la vivienda, pero al poco tiempo se hicieron las modificaciones para darle mayor privacidad.

Cada año, llegaba un profesor distinto, pues creo que el aislamiento o la soledad de los duros y largos inviernos, terminaban con su aventura.

...

Bajo el manto blanco de la noche [En Curso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora