Acá, el tiempo pasa suavemente. En las tardes de verano, jugamos voleibol o fútbol. Los fines de semana, jugamos a las "casitas" con mi hermana. Llevamos latas viejas como ollas y platos y usamos las ramitas de los árboles como utensilios.
Cocinamos pancitos de barros y sopas de hojitas que recogemos, pasamos las tardes conversando y ordenando nuestras casitas. Nos visitamos y tomamos el té, aunque a veces no peleamos por quién tiene la casita más linda, luego nos reconciliamos y seguimos como si nada o cambiamos de juegos. Mi hermana es mi mejor amiga y me gusta estar con ella, aunque sea menor.
Desde el primer invierno que pasamos aquí, hicimos unas pistas de descenso en la pendiente del cerro. Subíamos con una bolsa de nylon gruesa, nos sentamos sobre ella y nos deslizamos hasta chocar con la puerta de nuestra casa, una y otra vez. Pasamos horas en la nieve, deslizándonos y jugando a las guerras de bolas, haciendo muñecos o dibujando ángeles con nuestro cuerpo. Frente a nuestra ventana, al llover se hace una laguna en lo que en otros tiempos es una cancha de baby futbol, en agosto y productos de las heladas que siguen a las nevazones se congela, convirtiéndose en una gran pista de hielo, que incluso soporta el peso de los vehículos que llegan.
Un día, estábamos jugando y un compañero de escuela se cayó, golpeándose en la cabeza, quedó desmayado en un gran charco de sangre. Creímos que se había muerto, hasta comenzó a volver en sí, recuperamos el hablar. Los profesores se lo llevaron a descansar en una improvisada camilla en el suelo al fondo de la sala, y lo observaban mientras continuaban las clases. Al finalizar la jornada, se fue a casa con un gran chichón en la frente, y desde ese día, no pudimos jugar en nuestra pista de hielo.
Hace dos años, mamá nos dijo que llegaría un nuevo integrante a la familia, y nueve meses más tarde, nació Trinidad. Laura y yo nos quedamos con mis abuelos, mientras mi mamá debía permanecer en la ciudad, cerca del hospital. El día que papá nos fue a buscar para conocer al bebé, nos dijo que era "otra chancleta", como nos llamaba por ser niñas.
Él siempre quiso tener un hijo con su nombre, aunque siempre nos ha mostrado su amor y enseñado todas las cosas que haría con él, pescar, jugar fútbol, arreglar el viejo Suzuki SJ410, cortar leña con motosierra y hacha, entre otras cosas.
Cuando llegamos al hospital, salió mamá con un bultito en brazos. Estaba pálida y cansada, se notaba un poco triste por no darle a papá el hijo que deseaba, pero orgullosa de la hermosa bebé que sostenía. Mi nueva hermanita era una bebé regordeta de mejillas rosadas que dormía plácidamente. Nunca había visto un bebé tan hermoso, y cuando la tomé en mis brazos me enamoré de ella y prometí cuidar y protegerla como su hermana mayor. Era tan pequeñita y frágil que en ese momento decidí crecer para ella. Aprendí sobre los cuidados de un bebé y cuando mamá no estaba en casa, Trini se queda conmigo. Es la niña más dulce y tranquila.
Me gusta estar y cuidar de ella, aunque a veces me pierda un partido de voleibol o una tarde con mis amigos, es recompensado con sus travesuras, su risa, sus abrazos y algunos besos babosos.
Este invierno ha sido el más duro. Está nevando desde hace un mes. Ya no nos quedan alimentos en casa, y mi mamá está forzada a tomar prestado algunos alimentos desde la bodega de la escuela, para cocinar en casa. También, la he visto tomar prestado para darles a las familias más necesitadas del lugar.
- Dios quiera que puedan subir los camiones con alimentos esta semana, pues ya no sé qué hacer... no queda casi nada - la he oído decir con un suspiro y lágrimas en los ojos, que me asusta. Mi papá la mira y mueve la cabeza, sin decir nada se acerca a escuchar el canal de comunicaciones que está sobre el mueble, junto a la puerta.
Esta tarde ha salido el sol, y el cielo se ha divido por una franja celeste donde se cuelan algunos rayos tenuemente. Nunca me ha gustado estar dentro de casa, prefiero salir. Me gusta descubrir el pequeño bosque de hualles y quilas que rodea el río. Allí siempre hay animalitos e insectos que conocer y perseguir.
Debo usar dos pares de calcetines de lana de oveja que me ha tejido mamá, calzo mis botas de gomas que están junto a la puerta de salida, saco el abrigo que ha estado secándose junto al fuego, me cuelo un enorme gorro de lana con orejeras que me ha regalado mi abuela la última navidad, coloco mis guantes de lana color rosa y salgo.
Afuera hace frío, y el viento helado golpea enrojeciendo mis mejillas en un intento de detenerme, como si supiera que no podría regresar.
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Bajo el manto blanco de la noche [En Curso]
Mystery / ThrillerEn el lugar más aislado y seguro, una joven ha desaparecido. Todos participan de su búsqueda, pero solo ella sabe dónde está y dará las pistas para ser hallada y desenterrar oscuros secretos de sus habitantes. Elena, es una adolescente de 14 años, q...