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Aziraphale era buen cristiano.

Era demasiado, buen cristiano.

Provenía de una familia totalmente devota, y él estaba feliz con eso.

Le agradaba su vida, no tenía por qué ir más allá.

Como en su rutina diaria, se levantó temprano, rezó, desayunó para luego encaminarse a su instituto. Al llegar ahí, se fue a su pupitre, un poco apartado del resto, no era bueno socializando, a decir verdad, no tenía amigos.

Se sentó y sacó su cuaderno y un lápiz a tinta, aquel danzaba por sus dedos con elegancia, sus pensamientos se plasmaban en el papel con sutileza.

"Aunque haya gente a mi alrededor, la soledad parece no irse, me siento cómodo sin el tacto, pero preocupado por la inquietante sensación de que no hay quien pueda compartir conmigo siquiera una conversación simple y sencilla."

Miró lo escrito, de inmediato arrugó la hoja y la guardó en su mochila, la quemaría más tarde. Al tocar la campana, todos estaban en sus pupitres, él se sentaba solo, no tenía compañero de puesto o, mejor dicho, nadie quería ser su compañero.

La maestra, una señora mayor, entró, se paró al frente de la clase y habló con su voz aguda y quebrada por la edad.

—¡Jóvenes! —habló la mujer. —Les pediré que guarden silencio, el día de hoy se une un nuevo alumno, espero le den una bienvenida como se la merece, él viene de otro tipo de institución —dijo la maestra con un tono de voz cansada. —Espero puedan instruirlo y guiarlo en el verdadero camino del señor.

Por la puerta pasó un muchacho, el nuevo alumno. Un chico con el cabello rojizo, como el mismísimo fuego, caminaba de una manera bastante peculiar, a decir verdad, alto y con unos lentes tan oscuros que su iris no era visible.

—Preséntese —dijo la maestra. —Adelante, no seas tímido.

—No lo hago porque sea tímido, sino porque creo que es estúpido —respondió el pelirrojo. —A nadie le interesa quién demonios soy.

En el salón comenzaron a murmurar, a excepción de Aziraphale, que se quedó asombrado por su respuesta.

—Señor Anthony Crowley —habló con un tono de enojo la profesora. —En esta institución no aceptamos esa clase de vocabulario. —el resto de la clase comenzó a reír, el único que parecía no darle importancia era Aziraphale. —Ya sé, tal vez para que tenga buenas conductas, deba aprenderlas, se sentará junto al señor Fell.

De inmediato se escucharon risas y burlas, Aziraphale agachó su cabeza y pretendió seguir escribiendo.

—Maestra, es su primer día y ya quiere torturarlo. —habló Uriel, mientras se limpiaba una lágrima por la risa.

—Silencio, basta de parloteo, señor Crowley, no lo volveré a repetir, siéntese junto al señor Fell.

Crowley volteo hacia él tal "Señor Fell" y ahí lo vio, era un chico rellenito, con la piel tan pálida como la porcelana, ojos de un azul tan intenso, al igual que el cielo y su cabello de un color rubio cenizo precioso.

Se acercó a él y se sentó a su lado, no dijo nada ¿Qué podría decir? Él no quería estar en esa institución, todo fue por su maldita tía que lo había mandado ahí para que se "enderezara y siguiera el buen camino del señor".

No estaba para hacer amigos, no quería ser amigo de un loco religioso, solo quería terminar sus estudios y largarse. Se atrevió a mirar hacia un lado para ver a su compañero, a decir verdad, sentía algo en él, algo diferente. Él era diferente.

Tomó su cuaderno y escribió un mensaje para él y se lo dejó en la mesa. Aziraphale desconcertado, tomó el papel y lo abrió.

"¿Acaso eres albino? Tu cabello no parece ser natural"

Take Me To Church [Ineffable Husbands AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora