Capítulo XI: La Rastreadora

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Julio 2019, Noruega.

   En una pequeña isla ubicada cerca de las costas del norte de Noruega se encontraban Robbie, Qira y Carla, bajando del bote y dirigiéndose al portal que estaba escondido en una cueva protegida por una pesada pared falsa de piedra que había acomodado Qira días antes.

   —¿Están listos? —preguntó Qira con una pequeña sonrisa a Robbie y Carla, los cuales asintieron al mismo tiempo con nervios.

   Al atravesar el portal fueron recibidos por dos guardias altos, con armaduras de placas que estaban hechas de la corteza de alguna especie de árbol que a simple vista parecía metálica, ambos portaban lanzas de gran longitud, decoradas de dibujos y símbolos que iban de arriba hacia abajo, la punta metálica de la misma tenía una ligera curvatura similar a la de las cimitarras, pero así y todo con esa presencia imponente, los guardias recibieron a Robbie y Carla con muchísima calidez. Pudieron ver un mundo en perfecta armonía con la naturaleza, grandes huertos y campos rebosaban por todos lados. El pueblo de Qira les daba la sensación que había aprendido a alimentarse solamente de alimentos vegetales. Al adentrarse un poco más en la gran comunidad, podían ver como cada tejado estaba vivo, el césped crecía en ellos, y las enredaderas colgaban desde allí hasta el suelo, sirviendo como delgadas cortinas para los porches.

   —¿No habías dicho que era peligroso tu mundo? parece ser bastante pacífico todo por aquí —preguntó Carla mirando a Qira con una ceja ligeramente más levantada que la otra.

   —Aquí dentro del poblado es seguro, estamos protegidos por los muros —respondió mientras señalaba una pared que se elevaba algunos metros sobre las casas, y rodeaba por fuera todo el pueblo.

   Qira los llevó directo al centro del poblado, con los ancianos y ancianas que dirigían aquella pequeña civilización, todo esto para contarles lo que habían visto y lo que creían que debían hacer ahora con las migajas que les había dejado Makra.

   —Quieren adentrarse en el santuario de Dovet y profanar espacio sagrado, ¿todo por los dibujos antiguos de un mundo que no nos interesa? —dijo en negación el más antiguo de los ancianos, Trako, quien tenía casi 400 años vividos.

   —Una tormenta se aproxima, y si no hacemos algo al respecto se llevara por delante todos los mundos conocidos, no cometamos los mismos errores que nuestros antepasados —explicó Qira al consejo, consiguiendo la inclinación de varios, pero no de todos, en especial de Trako, quien se levantó de su sitio furioso, el cual era un gran asiento hecho de la misma madera que se veía en las armaduras de los guardias.

   —¡Caos detrás del caos!... Sabemos la historia contada del mural que ustedes vieron en su mundo. Lo que han leído allí fue el ascenso y descenso de Rekjo, el guerrero más peligroso y letal que ha existido en los mundos conocidos, fue otorgado de un gran poder, todo eso para crear muerte y destrucción en un reino no muy lejano a este —el anciano se giraba mientras hablaba, mirando a Qira, Robbie, Carla y luego a sus compañeros del consejo.

   »Aquel hombre asesinó a incontables cantidades de inocentes en su mundo natal. Con un ejército que seguía sus órdenes provocaron un genocidio hacia las mujeres que habían sido bendecidas por Makra mucho antes, dándoles increíbles habilidades, él se encargo de apagar esa luz, para luego exclavizar al resto. Aquella Tierra fue la que nos dio a la gran Rastreadora, la bella Aela, que murió deteniéndolo... pero así y todo, aquel mundo no volvió a ser el mismo y la tiranía los reina hasta estos tiempos gracias a las heridas que dejó Rekjo en esa sociedad. Si otra vez una profecía nos da un nuevo monstruo, nosotros debemos abstenernos de esta nueva guerra, escondernos y proteger nuestras puertas, antes de que lleguen aquí.

[Completo] La Puerta De La Penumbra IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora