(parte 2 de 'un método efectivo')
— Hostia ruso, oxidado se te queda corto, ¿cómo cojones puedes jugar tan mal al fútbol? — reía entre dientes Horacio, recordando cada pase fallido y cada intento nada exitoso de gol por parte del mayor.
Horacio, Volkov y los demás agentes federales dedicaron la tarde del martes a realizar entrenamientos en la sede federal con intención de prepararse para el partido de fútbol que se avecinaba el próximo mes.
¿Su mayor y única motivación? Ganar a la LSPD.
Ninguno del equipo tenía muchos conocimientos sobre el deporte en cuestión, es por eso que decidieron tener prácticas mínimo tres veces por semana.
Aquel primer martes fue, como muchos deportistas profesionales clasificarían, una vergüenza para el mundo deportivo. Horacio solo hacía que irritarse con sus compañeros mientras intentaba ejercer su rol de capitán; Blake no se manejaba mal, pero le faltaba precisión; Alanna le ponía ganas, pero no daba una; Parker solo hacía que reírse de los chutes en falso de Alanna; y Volkov... Volkov se encontraba ahí de cuerpo presente, pero de mente ausente.
Volkov corría de un extremo a otro, de vez en cuando le pasaban el balón, pero él lo devolvía al instante y seguía moviéndose. Trató de marcar en portería un par de veces, pero Axel, el portero, no tenía ni que hacer el más mínimo esfuerzo para parar la pelota.
— Ey, que era broma, ruso. - giró la cabeza el rubio, mirando así a Volkov, quien se encontraba sentado a su lado derecho en la amplia banca del vestuario.
Ambos agentes habían decidido utilizar el vestuario de la sede para tomar una ducha y acicalarse, mientras el resto del equipo prefirió dirigirse a sus respectivas casas, agotados tras la intensa sesión.
— ¿Cómo? — musitó V, sin haber escuchado el anterior comentario.
— Estás más raro... — Horacio suspiró y colocó una pequeña toalla de color blanco en su nuca, quedando los extremos de esta colgando por ambos hombros, mientras apoyaba la cabeza en la pared y observaba a su compañero.
Se fijó en su cara: sus mejillas levemente rosadas, el pelo que caía por su frente, la forma en que lamía sus labios para hidratarlos.
Se fijó en su cuerpo: los pectorales evidenciados por la tela sudada de la camiseta, las venas tenuemente marcadas de sus bíceps, la forma en la que el tejido del pantalón delineaba el sutil bulto de su entrepierna.
Tragó saliva.
Con tal de no parecer tan obvio, trató de seguir la conversación.
— ¿Me vas a contar dónde estaba tu cabeza en todo el entrenamiento? Porque estoy seguro de que en pensar tácticas para ganar no. — le miró, subiendo levemente sus piernas para apoyar sus talones en la bolsa de deporte que descansaba frente suyo.
— Solo he estado... distraído, supongo. Para el próximo día ya lo haré mejor, Horacio.
Se formó un silencio.
— Volkov, ¿puedo preguntarte algo? — soltó de forma directa el de cresta, recibiendo un asentimiento por la parte contraria, quien al fin le devolvió la mirada.
— ¿Estás rayao' por lo del otro día? Sé que seguramente no quieras ni acordarte, pero... si es por eso estaría bien que me lo contaras, ¿sabes?
Volkov suspiró.
Era obvio que su compañero iba a notar lo distante y distraído que había estado últimamente, y en el fondo sabía que debía hablarlo con él. Porque sí, llevaba pensando en el tema desde el momento en que Horacio abandonó el salón después de habérsela mamado por primera vez.