Solo puedes mirar, pt II.

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Volkov, aún con tan solo la toalla cubriendo su tez desnuda, se dirigió a la cocina junto a Horacio para depositar un suave beso en su hombro y seguir caminando hasta la escalera.

— Voy a ducharme — avisó. — ¿Quieres... quieres venir conmigo?

Las pupilas de Horacio se dilataron, expandiendo la eterna galaxia que eran sus ojos; no tardó más de cinco segundos en apagar el fuego de la vitrocerámica y seguir el paso de Volkov.

Se adentraron ambos en el cuarto del menor, separando sus caminos para que, mientras el peligrís encendía el grifo de la ducha y preparaba la temperatura, Horacio se desvistiera y recogiera cualquier trasto de su habitación.

Entrando al baño, Horacio se sorprendió al encontrarse a Volkov ya totalmente desnudo dentro de la ducha, probando el agua y simplemente esperándole; con una sonrisa tonta, Horacio terminó de quitarse el bóxer aún húmedo y entró con él.

Frente a frente, fue Horacio quien se colocó bajo la cascada de agua templada, empapando toda su cresta y dejando algunos mechones caer por su frente; Volkov le observaba, perdido totalmente en las chispas que se deslizaban por su rostro como gotas de lluvia por el cristal de un coche en días tristes.

Con la más tierna sutileza, Volkov posó su mano derecha en la nuca del menor, dando un pequeño paso al frente y ocultando sus tímidos iris bajo sus párpados, afianzando seguridad y permitiéndose encajar sus labios con los ajenos.

Empezó como un beso delicado, reparador; la mano de Horacio buscó acunar su mejilla, dejando suaves caricias con el costado de su pulgar y transmitiéndole el calor que él sentía en su piel, pecho y corazón.

Como en una pista de baile, danzaron hasta cambiar posiciones, quedando ahora Volkov bajo el chorro de agua; Horacio dejó de sentir la calidez de sus labios para encontrarse con sus ojos, relucientes, brillantes como las estrellas que decoraban el cielo de aquella noche. Sujetando su cara como si fuese la más frágil escultura de porcelana, le alzó algo la barbilla, permitiendo que el agua empapara el grisáceo cabello y resbalara hacia atrás.

Aprovechando la posición, unos húmedos besos acariciaron la pálida tez de su cuello y, Volkov, totalmente sumido en la laxitud del momento, deslizó su mano libre por la espalda tintada del menor, recorriendo las curvas de su carretera hasta posarla en su culo.

Los dientes de Horacio fueron descubiertos al notar el tacto, aprovechando la estúpida sonrisa para arrastrar sus paletas por tan fina y empapada piel, provocando un suspiro por parte del mayor.

Con más ganas de besarle que nunca y de querer quedarse ahí por siempre, Volkov volvió a buscar los labios de Horacio, calculando mal las distancias y provocando la catarata de agua irrumpir en su proceso; una tonta risa por su parte y un encuentro casual de miradas fue lo único que necesitaron para volver a juntarse el uno con el otro.

El sonido del agua chocando contra el pladur de la ducha era simple melodía a comparación del chapoteo de ambas bocas buscándose, encontrándose y probándose; las manos de Horacio cuidaban el cuello de Volkov, mimándolo y bañándolo en su propio cariño.

La palma que aún descansaba sobre la nuca del menor, como punto de soporte, se deslizó hasta el otro glúteo, quedando ahora sus dos manos ahí; con una leve opresión, Volkov atrajo el cuerpo de Horacio hacia el suyo, dejando que su pene se chocara con su abdomen a causa de la diferencia de altura.

Un gemido se escapó de la garganta de Horacio al notar el tacto de sus frías manos en su culo y su caliente polla en su barriga; aprovechando el pequeño segundo de pausa y de separación, Horacio pasó su lengua por los labios de Volkov, empapándolos de forma lasciva y provocando un sutil gruñido por parte del mayor.

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⏰ Última actualización: Jun 21, 2022 ⏰

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