El partido contra el LSPD acabó 1-1, concluyendo en una ronda de penaltis donde el FBI debía tan solo marcar un gol más para declararse ganadores.
Le tocó chutar a Horacio y, bajo los ánimos de todo su equipo y la expectación del público, confió en sí mismo para no defraudar a todos aquellos quienes les apoyaban.
— ¡Este te lo dedico, rusito! — gritó Horacio para después guiñarle un ojo a su compañero, alejándose algo del balón para poder coger carrerilla.
Un par de pasos tácticos y, calculando en milésimas de segundos la distancia y la fuerza necesaria, golpeó el balón con el empeine exterior.
Un puto golazo.
En dos segundos todo su equipo estaba sobre él, abrazándolo y casi alzándolo por los aires al cántico de "Horacio, Horacio" alargando exageradamente la a.
Él reía y se dejaba hacer, hasta que una voz grave y algo alejada le sacó de su fantasía. Pudo observar la figura de Volkov corriendo hacia el equipo contrario, gritándoles burlas y pavoneándose frente a ellos, exageradamente exaltado, pero disfrutando con toda la situación.
— ¡Pero este tío! Al final le meten una paliza y merecida. — reía entre dientes el director, saliendo a correr tras Volkov.
Una vez llegó a él, la agarró de la mano por detrás y tiró hacia sí mismo, consiguiendo girar toda la figura de Volkov para quedar frente a frente.
— Vamos a ver ruso, entiendo que estés contento, pero vas a tener que rebajarle una o se te va a liar — comentaba mientras caminaba hacia atrás, alejándose aún agarrado a su mano de todo el barullo.
— Joder Horacio, vaya gol has metido, les has humillado por completo — contestó entusiasmado, aún con el tono de voz más alto de lo normal.
Con un ágil movimiento, Horacio cambió posiciones con Volkov, aprovechando que se encontraban en la zona de la alta valla que separaba el campo de la otra zona para, colocando la mano libre en su pecho, darle un pequeño empujón hasta conseguir que apoye toda la espalda en ella.
— Voy a necesitar que te relajes un poco, te noto demasiado alterado — susurró en su oído, poniéndose de puntillas y apoyando ambas manos en sus hombros para mantener el equilibrio.
Volkov cerró los ojos inconscientemente tras ese acto, notando una sensación cálida, pero agradable, recorrer todo su cuerpo.
— ¿No me vas a dejar estar contento? Que hemos ganado, hombre, hay que celebrarlo — replicó, abriendo los ojos y cruzándose con la mirada felina que reposaba en él.
— Si es que a mí también me apetece celebrarlo, pero no exactamente yendo a insultar a los perdedores.
Sabiendo exactamente lo que causaría en el ruso, Horacio se lamió el labio inferior con parsimonia, manteniendo aún la mirada clavada en los claros orbes contrarios.
Volkov apoyó sus manos en ambos costados de las caderas del rubio, más agarrando la tela de la camiseta que su cuerpo en sí, notando como aquella sensación cálida de antes se apoderaba de sus mejillas, tiñéndolas de un sutil tono rojizo.
— H-Horacio, esto está lleno de gente — murmuró algo tímido, notando como su mente empezaba a nublarse tenuemente.
Con una sonrisa ladina, Horacio apoyó las plantas de los pies en el suelo y, con un gesto de la cabeza, señalando hacia la derecha, le volvió a agarrar de la mano y se lo llevó, a paso rápido, hacia los vestuarios.
Una vez allí y asegurándose de que no había nadie, volvió a apoyar de un empujón a Volkov en las taquillas, colocándose de nuevo de puntillas para llegar algo mejor a la altura del ruso.