2. AL DESCUBIERTO

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EUGENIO

Creo que comienzo a entender la obsesión por el sexo, echo la cabeza atrás mientras hago más fuerza en el cabello de Mayela, alzo la pelvis y le escucho atragantarse cuando mi punta se dobla en la profundidad de su boca.

Sus uñas se clavan en mis hombros y bajo mis manos hacia su espalda para después ahuecar su trasero.

Un gemido sale de mi garganta cuando siento como mis pelotas se tensan, anunciando lo inevitable.

Que bien se siente...

Veo a mi novia salir del baño en completa desnudez, me recargo en uno de mis codos y no puedo creer que alguien tan hermosa y perfecta como ella esté conmigo.

Los reflejos de luz natural que entran por la ventana me hacen observar las marcas en su cuerpo, lo rojiza que está su piel y las huellas de mis dedos marcados.

Era virgen, pero aprendo rápido.

Lo sé por la manera en la que termina, la intensidad con la que se corre y es algo de lo que siempre temí y ahora puedo estar tranquilo.

Sé darle placer a una mujer.

—¿Por qué tú si puedes verme sin absolutamente nada y yo a ti no? —se mete a mi cama y se cubre con las sábanas mientras se acurruca a mi lado, sus dedos trazan líneas sin sentido sobre mi camisa.

—Así es esto, y sabes que no cambiará. —Advierto y bajo el rostro para dejar un beso en su boca, la siento sonreír, correspondo a su gesto sonriendo yo también, la estrecho más en mis brazos y aspiro el aroma de su perfume.

He perdido la cuenta de cuántas veces lo hemos hecho en esta habitación, pero yo nunca me desnudo por completo, nunca me deshago de la playera interior delgada y de manga larga, lo único que he dejado al desnudo son solo mis piernas y aun así, la luz nunca se ha encendido, ni un poco.

Esto es demasiado bueno para lidiar con explicaciones, estoy por fin bien y pleno después de años, como para arruinarlo por lo defectuoso de mi cuerpo. Esta situación ya me ha quitado mucho, no quiero que me la quite a ella.

—¿Me querrías sin importar mis defectos? —Le cuestiono y sus caricias paran, vuelve a posar sus ojos en mi rostro y sus manos toman mis mejillas.

—¿No te lo he dejado claro ya? ¿No te dice nada el hecho de que me lo hagas como quieras sin presionarte? —Tomo su mano y la llevo a mi boca, dejando un beso ahí.

—Si me presionas. —Alzo una ceja y se echa a reír, quiero escuchar esa risa siempre.

—Bueno, pero es lo normal —su dedo va a la punta de mi nariz y juega ahí.

—Pronto amor —suelto un suspiro aunque sé que probablemente le esté mintiendo de sobremanera, ella no lo sabe, así que sonríe, me da una sonrisa tan grande, que podría alumbrar la habitación—, pronto.

Pero sé que probablemente nunca esté listo para dar ese paso, siento que nunca estaré preparado para que nadie, ni ella, vea mis heridas de guerra.

—Te amo, chiqui. —Me abraza con fuerza.

—Te amo. —Beso su cabello y cierro los ojos, listo para tener otra buena noche de sueño.

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—¿Has pensado en la propuesta de mi amigo? —Pregunta mi hermano.

—Sí, la respuesta es no. —Suelta los cubiertos y estos golpean contra el plato de porcelana del cual coge la comida.

—¿Por qué? —pregunta molesto y observo a cada miembro de mi familia, dándole a entender a Jared que no es momento para charlar de esto— ¿Es por la trepadora es que no sale de tu habitación? —Me pregunta con una sonrisa ladeada en el rostro.

Un Gran ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora