5. DESAPERCIBIDO

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EUGENIO

Mi vista queda fija en el armario, pero no lo abro, lo que busco debe estar en los cajones, rebusco en cada uno y así es hasta que doy con el último de la cajonera de lado izquierdo.

Los pantalones cargo, la playera negra... y revivo viejos tiempos al ponerme los guantes.

En la zapatera de al lado tomo mis botas de combate y las pongo, al verme al espejo, me doy cuenta de  que no hay nada del Eugenio de hace cinco años, nada más que los mismos ojos.

A mi espalda llevo la glock de siempre, y en cada bota una navaja.

Por último tomo mi maletín, salgo de la habitación y bajo las escaleras trotando, mis botas no hace ruido y a la vista no hay absolutamente nadie del servicio, hasta que cruzo la salida y entonces dos de los guardias de seguridad siguen mis pasos, subo a uno de los autos y ellos a otro.

Cuando espero que abran el portón para poder salir de la mansión, saco la pantalla que se adaptó al estéreo, es bastante grande y con una inteligencia que no trae un coche básico.

—Remi —Menciono a mi auxiliar inteligente.

—Buenas noches, Eugenio ¿cómo podemos ayudarte? —Pregunta la voz automática.

—Llévame a casa de Enrique Palacios. —Ordeno.

—Enrique Palacios. Residencial Punta Diamante, número 690. Redireccionando. Tu lugar de destino está a cuarenta minutos. —El mapa aparece en pantalla, manejo por el rumbo que indica.

El cielo es azul marino no hay estrellas, las calles están en completa oscuridad, pocos autos son los que veo durante el trayecto y esto es bueno.

—¿Confirmaron qué estaba en casa? —Cuestiono a mis hombres cuando estos bajan de su coche.

—Así es señor, a medianoche es cuando tiene el evento programado, nos queda poco menos de una hora.

Caminamos dos calles antes de estar frente al edificio que marca el mapa, mi entrecejo se junta alzo la mirada hasta el último piso de la torre de departamentos.

—¿Vive en esta pocilga? —Señalo y los guardaespaldas alzan los hombros, ignorantes de la respuesta.

—Según el informe se mudó hace más de tres años y lleva este tiempo viviendo aquí solo, pero... —Dice uno.

—¿Número de apartamento?

—1012, piso 10.

—Corta la luz —le pido a uno—, la regresas cuando hayan pasado unos tres minutos.

—Sí señor.

—Tú —señalo al otro—, asegúrate que se haya intervenido en las cámaras de seguridad —asiente—. No quiero pruebas, no quiero errores.

—Así será.

—El que pueda sube con mi maletín, necesitaré ayuda después de darle el abrazo del encuentro.

Cruzo la puerta y no había nadie en la recepción, pues seguramente está revisando el apagón. Comienzo a trotar escaleras arriba, cuando voy en el tercer piso, la luz regresa y escucho puertas cerrarse, intuyo que es la gente regresando a sus apartamentos antes de bajarse a preguntar qué pasaba.

Busco los letreros y noto que ya estoy en el piso número diez, me detuve al dar con el apartado 1012, una sonrisa se posa en mi rostro y entonces golpeo mi puño contra la puerta.

—¡VOY! —Le escucho gritar.

Espero pacientemente con la cabeza gacha y mis manos en la parte trasera de mi espalda, una corriente de adrenalina me sube desde los pies hasta la nuca cuando escucho el pomo girarse y el chirrido de la bisagra al moverse.

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⏰ Última actualización: May 10, 2023 ⏰

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