Capítulo 1. Banquete

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El kiosco de la ciudad está vestido con muchas faroles de fuego, pero ni la luz puede evitar que las calles estén más desiertas a lo acostumbrado. La luna llena inunda el cielo con su hermosa blancura. Camino con el rostro cubierto por la capa negra, sin lugar a dudas me convierto en una sombra que ni el brillo más blanco llega a eliminarme. La noche apenas ha comenzado y los ciudadanos se han ocultado en sus casas como si esperaran al ángel de la muerte. La mayoría nos llaman idiotas a quienes andamos fuera en la obscuridad.

Me acerco a la salida de la pequeña localidad donde vivo, el bosque del cielo rojo me aguarda. Espero encontrar unas buenas presas para vender e inclusive para comer. Soy afortunado de ser hábil con el arco, pero aún así hay veces que la suerte no está de mi lado. Durante el día me advierten de los peligros nocturnos, como de costumbre, asiento con una sonrisa afable y continuo con mi camino. Es desgastante pensar en absurdos como supersticiones infantiles hechas para asustar a los niños. Aunque debo admitir que hoy fue un poco diferente. Cerca del kiosco, centro de la ciudad, un joven con cabellos dorados y ojos color agua me dijo: "el horizonte aguarda el tierno beso entre el sol y la luna. Cuando las estrellas relampagueen, tu vereda será guiada por el fuego carmesí." Soy honesto no entendí ni una sola palabra ni siquiera pensé en ello hasta esta última hora, es extraño. Jamás me he dejado llevar por palabras de videntes falsos, más cuando no hablan claro y eres tú mismo quien debe hallar la respuesta. Es absurdo, si quieren ayudarte deberían ser directos, pero al parecer es pedir demasiado.

Volteo para observar las casas, luces, cualquier cosa que me haga recordar mi lugar de origen, es una costumbre. Por si a caso no llego a volver de mi cacería. Al final de cuentas siempre regreso de una u otra manera, lo hago sin importar las dificultades que me encuentre. Mi mirada se mueve al frente, me despido de todo rastro de luz porque los arboles consumen todo de ella. Conozco el camino hasta cierto punto, nadie sabe que tan extenso o denso puede ser este bosque. Avanzo preparando el arco en cualquier momento es posible encontrarse con alguna presa. Es raro, pero desde que me adentre a este lugar siento mi corazón agitado como si esperara algo. Quizá me deje llevar mucho por las historias de fantasía, por es mejor ignorar esos latidos. Sigo mis pisadas una sobre la otra mientras veo por todos lados en caso de advertir algún trofeo. Parece que hoy tampoco habrá suerte.

Después de caminar por un largo tiempo, decido trepar un árbol para alcanzar a notar la posición de la luna y verificar la hora. No he cazado nada. Son aproximadamente las tres de la mañana, sin mucho afán decido que es momento de volver. Estoy muy adentrado en la arboleda, si continuo podría perderme, sin mencionar el hecho del tiempo de camino hasta aquí. Cuando vuelva será justo en el amanecer. Me deslizo sobre el tronco hasta caer en el suelo firme, levanto la vista y los dioses han cambiado de idea conmigo. Un ciervo se encuentra justo delante de mí, pero hay algo extraño con él. Antes de disparar cualquier flecha prefiero verificar el estado del animal. Camino lo más sigilosamente posible, las hojas caídas por el otoño lo complica, pero mi presa no se mueve incluso da la apariencia de aguardarme. Preparo el arco, por fin... Habrá que festejar.

Aprovecho la vegetación cercana para irme ocultando; sin embargo, con cada paso el clima se vuelve más frío y mis pies dejan de tronar. El viento revolotea golpeando todo a mi alrededor hasta contra mí. La tierra se comienza a cubrir con algo más húmedo, ¿nieve? La respiración es más densa con un ligero vapor al exhalar, la primera helada de la temporada pienso. Aún sintiendo y viendo todas las señales decido omitirlas, no desisto de mi objetivo. Me resguardo atrás de un árbol para comenzar a apuntar. Asomo ligeramente la cabeza, sólo me llevo un terrible asombro. El venado ha desaparecido por arte de magia porque no hay rastros de que dirección tomó. Golpeo la madera lleno de frustración debido a mi maldita suerte. Sin más remedio emprendo el viaje de regreso a casa o eso creo. Giro la cabeza hacia todos lados buscando una señal de la dirección correcta, no existe tal. Los rastros blancos del invierno ha cubierto todo por completo sepultándome en un reino de hielo. Es difícil hasta respirar, las ráfagas huracanas están cargadas con la misma atmosfera.

Noche de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora