EPÍLOGO.

3.8K 421 28
                                    

Jimin estaba temblando como un flan, Yoongi podía notarlo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Jimin estaba temblando como un flan, Yoongi podía notarlo. Le parecía adorable lo muy preocupado que estaba su chico por conocer a sus amigos, por más que le hubiera repetido reiteradas veces que no había nada por lo que temer.

—No es para tanto, Jimin —le recordó, sin apartar la vista de la carretera. Conducía solo con una mano en el volante, la otra sobre el cambio de marchas, donde también se encontraban las manos de Jimin. Habían desarrollado esa manera de tomarse las manos cuando estaban en el coche—. Te van a adorar.

El rubio lo fulminó con la mirada.

—¡Déjame estar nervioso, hyung! Inhibes mi alma dramática con tu sonrisa.

Yoongi soltó una carcajada ronca. Jimin había salido con esa ocurrencia en las últimas semanas, diciéndole que su personalidad calmada y taciturna tenía un efecto en él que le impedía ser todo lo dramático que le gustaría.

Los últimos dos meses habían sido un sueño colectivo para ambos. Después de pasar una noche juntos en el piso de Jungkook y Taehyung, Yoongi había tomado la decisión de dejar su cargo como profesor en la Universidad de Seúl, negándose a poner en riesgo el expediente de Jimin.

Aunque el rubio se había negado a priori, terminó aceptándolo cuando, tan solo dos días después de enviar su currículo a la Universidad Nacional, lo cogieron para dar clases virtuales e impartir Literatura desde esa modalidad académica. Yoongi había aceptado, evidentemente, porque, aunque amaba estar en una enorme aula, con sus alumnos delante y con una tiza entre los dedos, admitía que la idea de preparar e impartir sus clases desde casa era, cuanto menos, tentadora.

Al menos por un tiempo, quiso darse un descanso de las aulas y la vida ajetreada en la universidad. El jefe de estudios de su departamento le comentó que podían añadirlo a la platilla presencial cuando gustase. Después de todo, Yoongi era un excelente profesional.

Ya no tenían que esconderse, ni rendirle cuentas a nadie. La madre de Jimin, Sélene, solo se había puesto en contacto con él para comunicarle que se mudaría a un piso cercano a la zona residencial donde se encontraba la mansión, la cual vendería. Jimin había aceptado, recibiendo la parte del dinero que le correspondía —que era la que había pagado su padre—, sin opinar del tema. Él seguía en contacto con Dahye, quien aparentemente estaba conociendo a un hombre, había contactado con sus hermanos y había comenzado a estudiar para presentarse a la universidad, que era su sueño frustrado desde joven.

Yoongi la había conocido de manera oficial un par de días atrás, cuando la mujer los invitó a ambos a una pequeña comida que celebró con motivo del reencuentro de su familia. Ella pareció adorarlo, y le pidió con mucho mimo que cuidara de su pequeño Jiminie.

Tener la bendición de la persona que Jimin sentía como su verdadera madre, fue el cielo para Yoongi.

Por su parte, su padre lo llamó iracundo cuando se enteró de su divorcio con Sohee. Al parecer, la chica se había pasado por Daegu para comunicárselo personalmente a su familia, y las cosas no habían terminado bien para ella. Yoongi la llamó, preguntándole por qué no había contado con él para hacerle compañía.

—Tenía que enfrentarme a mi padre sola, Yoon —le argumentó ella—. Tenía que enseñarle que no necesito a un hombre para hacerme respetar. Era mejor así.

Y Yoongi la apoyó. Ambos habían acordado vender el piso en el que habían estado viviendo, y con ese dinero y lo que Jimin tenía ahorrado, tuvieron más que suficiente para meterse a vivir directamente en el mismo edificio que Jungkook y Taehyung.

Ahora, era como volver a su época universitaria y compartir piso con tres revoltosos muchachitos. Aunque vivieran a tres pisos de distancia, se pasaban la mayor parte del tiempo juntos porque Jimin y Taehyung se necesitaban demasiado para ser felices. Había entablado una buena relación con ambos, pero sobre todo con Jungkook, que a pesar de ser el más joven de los tres, era muy maduro e independiente. Amaba la literatura y la música, por lo que no les costó hacer buenas migas.

Con Jimin la convivencia era... curiosa. Los choques generacionales estaban ahí y a veces eran complicados de sobrellevar, sobre todo cuando tenían personalidades tan distintas. Pero, al final del día, lograban solucionarlo, perdonarse sus errores y tumbarse juntos en el enorme sofá de su sala, ver la televisión o charlar sobre las divertidas y tétricas anécdotas que tenía para contar Yoongi sobre su adolescencia en los noventa, rodeado de fanáticos religiosos

—¿Crees que la mujer de Seokjin-ssi me odie? —Jimin le preguntó de repente, consiguiendo que frunciera el ceño—. M-me refiero, como es la mejor amiga de Sohee-ssi...

Yoongi asintió, comprendido. Sin embargo, Eunji nunca odiaría a Jimin por eso. Ella era más de dirigir su odio hacia el culpable directo, en este caso, él. 

—No. De hecho, se arrimará a ti para convencerte de que no soy trigo limpio —aseguró, con gracia. No es como si la culpara—. Digamos que me odia con toda su alma.

Jimin hizo un puchero.

—¿Y por qué la has invitado?

—Porque alguna vez fuimos amigos y, además, desde que está embarazada, Jin se niega a dejarla sola más de tres minutos —rodó los ojos.

Era el cumpleaños de Yoongi, por eso habían juntado a sus grupos de amigos para celebrarlo. Jungkook llegaría un poco tarde porque tenía turno en su trabajo, pero le habían asegurado que no comenzarían la ronda de chupitos sin él.

Jimin también había insistido en invitar a Hoseok, el excompañero de piso de Namjoon, y a Soobin y Soora, porque eran como sus hermanos pequeños. Cuando tuvo que explicarles que se trataba de la fiesta de cumpleaños de su novio —y exprofesor—, los tres se quedaron a cuadros y rayas, porque asistían a la misma universidad y conocían a Yoongi de vista.

Pero todos habían accedido, que era lo importante. Jimin quería que su hyung lo pasara bien, que ampliara su círculo, aunque fuera con "niñatos malcriados y hormonales", como le gustaba llamarlos para chinchar, y que se divirtiera como no pudo cuando era más joven.

—¿En qué piensas, cariño? —preguntó el pelinegro, dándole un apretón a su mano. Jimin se encogió de hombros, de repente sintiéndose tímido por el montón de sensaciones que lo abrumaban. Era demasiado feliz para ser cierto.

—Uh, s-solo recordaba este último año y medio —confesó, mirándole de reojo—. Me cuesta creer que todo haya cambiado tan rápido.

Yoongi se mantuvo callado un par de minutos, en lo que terminaban de llegar al restaurante donde los habían citado a todos y aparcaba en una zona privada de la que disponía el sitio. Cuando puso el freno de mano, se giró hacia él y lo miró con aquellos ojos de gato que adoraba.

—¿Eres feliz con esto? —Jimin se sorprendió un poco por la pregunta, pero asintió sin dudarlo. Yoongi estiró la mano derecha hasta él, libre de argollas en sus dedos, y le acarició la mejilla—. Entonces, es más que suficiente.

—¿Y tú? —devolvió, con su corazón bombeando a toda velocidad—. ¿Eres feliz, Yoongi?

El mayor ser mordió el labio, acercándose a él para besarlo brevemente y suspirar.

—Mi amor, te juro que soy más feliz que nunca.

Una vez más, muchas gracias por llegar hasta aquí <3 Ha sido un placer escribir para vosotres

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una vez más, muchas gracias por llegar hasta aquí <3 Ha sido un placer escribir para vosotres.

ImpulsosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora