21 - Solo la primera cita

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"¡Oye, mira!"


Amelia señaló un gran puesto cerca del frente del zoológico donde docenas de animales de peluche colgaban de los estantes.


Luisita rió. 


"Nunca te habría vinculado por el tipo de dormir con un animal de peluche".


Amelia la empujó con el codo mientras se inclinaba sobre las manijas del cochecito de Teo y lo empujaba, Luisita caminaba tranquilamente a su lado. 


"Jaja. Me refería a Teo".


"Has estado en la habitación de mi hijo". Luisita miró a Amelia con un suspiro agudo. "Estoy segura de que conoces el número ya excesivo de animales de peluche que posee. Es imposible no verlos después de todo".


Eso era verdad. Un gran estante se alineaba en la esquina de la habitación de Teo y estaba cubierto de libros y peluches de todo tipo, principalmente dinosaurios. Amelia pensó que era lindo, pero sí, un poco excesivo. Aún así, ella quería darle algo al niño.


"Bueno, ¿por qué sigues comprándole animales de peluche?", Preguntó ella, tocando el lado de Luisita.


"No le he comprado un solo animal de peluche desde antes de que tuviera dos años. No hay necesidad. Mi madre compra todos los que encuentra".


"Aw. Es algo dulce que su abuela quiera mimarlo".


"No es dulce, es perjudicial para la disciplina". Luisita se rió entre dientes. "Teo tiene a mis dos padres envueltos alrededor de su dedo meñique, y ni siquiera lo niegan. Si le niego algo, mi madre siempre está allí para irrumpir y comprarlo para él de todos modos. Es enloquecedor".


"Tu mamá suena como todo un caso". Amelia sacudió la cabeza, recordando su breve encuentro con Manolita Gómez. "Olvida eso", dijo. "Sé que lo es. A los cinco segundos de conocerme, básicamente te estaba preguntando si estabas decepcionada porque no dormimos juntas".


Luisita gimió ante el recuerdo. 


"Mi madre no tiene filtro". Luego se enmendó. "No, en realidad, ella tiene un filtro. Simplemente elige no ejercerlo en lo que respecta a mi orgullo personal".


"Sí". Amelia se rió a carcajadas. "Juro que pensé que tu cara iba a explotar. Era de color rojo brillante".


Luisita tocó el lado de Amelia. 


"La tuya no fue mucho mejor".


"La tuya fue peor".


"¿Cómo puedes saber eso? Ni siquiera podías ver tu propia cara. Te lo aseguro, Amelia. Parecías un tomate."


"Sí, pero la tuya era más roja", bromeó Amelia.


Luimelia Amor y palomitas de maízDonde viven las historias. Descúbrelo ahora