Una situación diabólica.

29 2 0
                                    

En la comunidad en la que vivo hay una deteriorada iglesia, allí reposa un viejo cura que poco interactúa con el pueblo, se le puede ver de vez en cuando salir a caminar por las calles de aquí, o como yo lo veo, sale a devorar.

En una de mis investigaciones, lo seguí al río del valle, allí se desvaneció de mi vista dejando únicamente su ropa, aún podía sentir su presencia allí, pero justo cuando me reflejaría en el agua vi como un bebe emergió del agua, para después ser devorado nuevamente por el río que gritaba mi nombre.

Ese bebe era yo.

Cuando volví a la casa lo primero que hice fue vomitar, al levantar la cara al espejo mi baño se había convertido en una especie de cueva de arena, una mesa en el centro empezó a temblar y de ella emergió el viejo cura, quien quitándose el rostro con sus uñas largas recito:

- "En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, yo te bautizo". – Cuando me di cuenta era demasiado tarde, tenía mis genitales en las palmas de varios cadáveres que no paraban de rezar en nombre del Nazareno. Cuando abrí los ojos seguía en el río, el cura se me acerco y me dijo:

- ¿Perdido hijo? – Yo no respondí, estaba muerto en pánico y Salí corriendo del lugar. Mientras corría, podía sentir los pasos de alguien, era como si un gigante hubiera despertado con hambre, no puedes hacer más que rezar por tu vida... pero sentí que, si lo hacía, lo atraería más a mí.

En mi mente seguí la historia del Nazareno con los egipcios, se dice que en secreto los faraones eran en realidad peones de una deidad cuyo nombre era impronunciable, por lo que se limitaron a llamarlo Naze. El tiempo pasó, el imperio Romano adopto un círculo de creencias como religión para mantener su estabilidad social, y entre las sombras observaba como la gente veneraba su existencia, pero no la de su verdadero yo, sino la que sus seguidores habían inventado... Esto no le gusto para nada.

El imperio Romano ardió bajo su nombre, ese ser de luz que vino a limpiar los pecados de la humanidad había provocado la extinción del imperio, que era consumido por las llamas, las armas enemigas y, sobre todo, la mirada oculta del ahora llamado Jesús.

Mientras una mujer se desvanecía por el humo en sus pulmones, Nazareno se mostró en frente, y ella le dijo:

-Oh, Dios mío, sálvame de esta tragedia. – El hombre con una sonrisa tan aguda como el dolor de la mujer le respondió:

-Dios no existe. – Acabo rápidamente con su vida, aplastándole la cabeza con su pie derecho hasta que quedo hecho puré de carne.

Como se darán cuenta, él nunca fue un hombre compasivo, en realidad, era más cercano a un demonio que al hijo de dios. Ese dios observó por décadas lo que, hacía su semilla, en recurrentes ocasiones intento pararlo... pero no conseguía nada.

En una ocasión, se dice que unos bandidos intentaron asesinarlo, pero solo lograron enfurecerlo hasta tal punto de retorcerles a todos sus genitales y hacerlos estallar, cuando Zephret apareció y le revelo que se trataba de su padre, Nazareno lo tomo de la mandíbula y la abrió tan fuerte que su rostro se desintegró en un charco de sangre. Obviamente, Zephret no pereció, pero fue tan traumática la experiencia cercana a la muerte que decidió no volver a entrometerse en el camino de Jesús nunca más.

Mi persecución aún no finalizaba, al voltear hacia atrás el bosque se había convertido en una suerte de desierto negro que emanaba muertos del cielo y cruces despedazadas del cielo rojo, este ser quiere devorar mi cuerpo y cagarse en mi sanidad mental. Cuando una de las manos esqueléticas me arrastro, sentí como mi fin había llegado, como si se tratase de un zombi del video de Michael Jackson, el cura salió del suelo, y de forma cálida dijo:

-Nos vemos en el infierno.

En ese momento despedazo mis piernas y mastico mi cabeza... o eso era lo que intentaba hacer.

Inesperadamente, el ser no pudo poner sus harapientas manos sobre mí, cada vez que lo intentaba se quedaba representaba un intento fallido de matarme, la ilusión que me rodeaba se terminó y Nazareno en confusión se desvaneció, no sin antes replicar:

-Nos vemos en el infierno, maldito.

Estaba cercano a una carretera, sentía como si el alma que se hallaba en mi interior estuviera a punto de implosionar y desaparecer, no comprendía por qué ese falso mesías no había sido capaz de acabar conmigo, talvez solo quiere que sigamos jugando, quiere torturarme hasta que me canse de estar en su juego ilusorio y diabólico. Volví al pueblo luego de que un camionero me ayudara a regresar. En el camino me contaba sobre su estancia en el pueblo, decidí preguntarle sobre el cura...

- ¿Qué hay del viejo cura, alguna vez interactuó con él?

- En el pueblo no hay ningún cura, únicamente una iglesia que se cae a pedazos con el paso del tiempo.

- Oh... ya veo.

- ¿Usted que hacía solo en estos lares?

- Me gusta pescar.

- ¿A solas?

- Si...

- ¿Y qué pescó?

- Un monstruo salido de la mismísima biblia.

Al llegar a casa solo pensé en cerrar cada rincón con llave y tirar todo lo que tuviera que ver con la religión, mi objetivo era claro, evitar que ese monstruo se deshaga de mí es la misión, y por supuesto, acabarlo a como dé lugar.

-Es usted un hombre con intenciones interesantes en la vida. – Me susurro una voz al oído.

-¿Qué?, ¿Quién dijo eso?.

-Aquí en el espejo, idiota. – Al mirar vi como mi reflejo cambiaba, se convertía en un hombre repleto de alas con ojos y una túnica negra, era Zephret.

NAZARENODonde viven las historias. Descúbrelo ahora