𝐃𝐞 𝐦𝐮𝐠𝐠𝐥𝐞𝐬 𝐲 𝐦𝐚𝐠𝐢𝐚 | 𝐒𝐞𝐯𝐦𝐢𝐨𝐧𝐞

1. Apertura✾

1812

Hermione observó cómo se cargaban más baúles en el carro frente a su ventana. La lluvia había cesado, y Stephen y Thomas se afanaban por llenar el carro y cubrirlo con un hule antes de que volviera a llover. Hester y la vieja Sra. Crabtree revoloteaban de un lado a otro gritando ánimos y amenazas funestas en ese orden. A Thomas se le cayó un baúl y éste salpicó de agua el delantal de la señora Crabtree. Hermione hizo una mueca de dolor y se apartó de la ventana, con la esperanza de no oír los gritos posteriores. No tuvo éxito.

"¿Pero por qué nos mudamos, mamá? Me gusta mucho estar aquí. No quiero mudarme. Es tan repentino".

"Hermione, ya hemos hablado de esto antes. Es una excelente oportunidad para tu padre. Su última ponencia sobre Odontología Moderna fue muy bien recibida, y Sir Dalyrimple le dijo que viniera enseguida. Necesita golpear mientras el hierro está caliente, como dicen, para ayudar a establecer su reputación en el campo. Esta es una excelente oportunidad, niña. Ha sido reconocido por la comunidad científica por su trabajo en demostrar que los animales microscópicos tienen un efecto en la caries dental. Si nos trasladamos a Londres, no sólo podrá ampliar su consulta, sino que podrá contratar a un aprendiz y dar clases."

"¿Pero qué hay de ti? Tú misma escribiste la mitad de ese trabajo. No sería posible que dieras clases también?".

La señora Granger arrebató de la mano de su hija el vestido de muselina con ramitas que Hermione había estado doblando en un bulto y lo volvió a sacudir. Respiró hondo varias veces antes de dedicarle a su hija una sonrisa exagerada.

"Debes tratar tus cosas con respeto, querida. Si las enrollas así, tendrán un aspecto horrible cuando las vuelvas a sacar del baúl. Los sirvientes no necesitan el trabajo extra, y además, tendremos muchos menos una vez que lleguemos a Londres, al menos en el futuro inmediato."

La señora Granger dobló con cuidado el vestido y lo metió en el baúl y lo siguió con el Spencer a juego de Hermione.

"En cuanto a ese papel, te agradecería que no se lo repitieras a nadie. Nadie más que tu padre sabe que yo ayudé a escribirlo. Si el mundo se enterara de que su mujer era su compañera, sería el hazmerreír. Ya no ayudaré en la consulta de tu padre".

"¿Pero por qué? Eres tan capaz como él, él mismo lo dice".

"En realidad no es propio de una mujer en mi posición, querida. Ha sido maravilloso en su indulgencia conmigo, pero ha llegado el momento de ponerle fin."

Hermione se quedó sin palabras antes de soltar un bufido indignado. Su madre sacudió la cabeza con tristeza.

"Me preocupo por ti, niña. Por mucho que me complazca tu inteligencia, debo decir que temo por tu sentido común. Tienes once años; seguramente ya sabes que nuestro sexo depende de la generosidad de la mente de nuestros maridos. Los hombres como tu padre son pocos y distantes. Sería mejor que tomaras esas nociones de igualdad que tienes y las arrojaras a la basura junto con esos libros de cuentos de hadas que quemaste cuando tenías siete años."

Hermione se dejó caer de nuevo en su cama y miró al techo.

"Madre, me deshice de esos libros porque eran patentemente tontos. Una vez que tuve la edad suficiente para entender que la magia no era real, me indigné. Qué desconsiderado fue hacerme creer en esas cosas cuando era una niña, para luego arrancarlas con una carcajada una vez que crecí. Ahora tratas de hacerme creer que las mujeres son innatamente inferiores a los hombres después de haber pasado toda mi vida viendo a ti y a papá tratándose como iguales. Eso hace que un niño apenas pueda confiar en nada. ¿Arriba es realmente arriba? ¿Abajo es realmente abajo? ¿Realmente nos mudamos a Londres? ¿Realmente me llamo Hermione?" Se levantó sobre los codos. "¿Y qué quieres decir con menos sirvientes? ¿A quién vamos a dejar ir? ¿Cómo se las arreglarán sin nosotros? ¿Les has encontrado un empleo adecuado en otra parte?".