29. Historia✾

138 29 1
                                    

Hermione se miró en el espejo y se alisó un rizo errante que insistía en jugar justo al lado de su sien, sólo para que volviera a brotar. Se había esforzado por recogerse el pelo con el severo peinado que había llevado en casa de su abuela lo mejor que había podido sin utilizar planchas calientes. Lo había hecho más por sí misma que por otra cosa. Esperaba que eso la ayudara a borrar el recuerdo de su cabello cayendo como el de una ramera común. Grace bien podría haber desvanecido la ropa de Hermione. Ardía de vergüenza al recordar cómo el señor Snape y Simon habían salido corriendo de la habitación sobresaltados.

Suspiró. Grace y Nigel eran unos niños encantadores. Ni mucho menos tan salvajes como los había pintado el señor Snape, ni mucho menos como habían sido los Penry-Jones cuando ella llegó a aquella casa. Nigel y Grace eran muy inteligentes y muy dispuestos a complacer. Habían mantenido una encantadora conversación sobre modales mientras ella se clavaba los alfileres a ciegas. Incluso había dejado que Nigel y Grace la ayudaran cuando se ofrecieron.

No había sido un buen comienzo para su nuevo trabajo. Esto iba a ser lo suficientemente difícil para ella sin humillaciones inadvertidas.

Había pasado las dos últimas semanas preparándose para ser una simple empleada. Había repetido una y otra vez el discurso de bienvenida de la señora Penry-Jones para recordar cuál era su lugar. Había releído el libro que le habían dado para comprender bien todo lo que se esperaba de ella, porque lo había dejado de lado poco después de trabajar allí. Se repetía constantemente a sí misma que nunca saldría nada de su diversión infantil con el hombre, para tratar de extirpar sus constantes vuelos de fantasía.

No estaba segura de poder lograrlo. Era como si vibrara como una cuerda de arpa pulsada cuando él estaba cerca. Su atracción por aquel hombre iba a ser muy, muy difícil de dominar.

Sobre todo por la forma en que le hablaba. Se preguntó si él era consciente de lo inapropiado de su discurso para los estándares muggles. La forma en que le hablaba como a un igual exigía que ella respondiera del mismo modo, y lo hacía, cada vez. Supuso que se debía a que él era un mago y había pasado gran parte de su vida en ese mundo, donde hombres y mujeres eran iguales y las concesiones a las delicadas sensibilidades del sexo débil eran casi inauditas. Ésa fue la mayor impresión que se llevó del baile del Ministerio, aparte de la obsesión por el hombre, la comprensión de lo libre que era una mujer en el otro mundo. Era casi suficiente para intentar superar el dolor de estar sin su magia y tratar de volver a unirse a su mundo, pero estaba bastante segura de que no recibiría el mismo trato de igualdad siendo que era, de hecho, una muggle inútil.

Le resultaba difícil controlar sus pensamientos cuando se trataba de su profunda comprensión de lo atrevidas que eran las brujas con sus hombres. Se había sonrojado hasta la raíz del pelo y casi se había desmayado muerta cuando Ginny le había confirmado sus sospechas. Se había acostado con Harry antes de casarse. De hecho, casi había tenido relaciones con Dean Thomas antes de eso. Las brujas no tenían que esperar al matrimonio para hacer nada.

Los lugares a los que el conocimiento llevaba sus pensamientos no debían ser tolerados en esta casa. Ella estaba aquí para hacer un trabajo, y eso era todo.

Se alisó los faldones del vestido gris claro y exhaló un suspiro antes de darse la vuelta.

Llamaron a su puerta justo cuando llegaba. El corazón le dio un vuelco y maldijo en voz baja.

Esbozó su mejor sonrisa de cortesía y abrió.

"Buenas noches, señorita Granger. Me preguntaba si me permitiría acompañarla a cenar."

Nigel le hizo su mejor reverencia y le tendió el brazo. Grace soltó una risita detrás de él. Habían repasado algunas cosas después del té, y era evidente que él estaba satisfecho de sí mismo.

𝐃𝐞 𝐦𝐮𝐠𝐠𝐥𝐞𝐬 𝐲 𝐦𝐚𝐠𝐢𝐚 | 𝐒𝐞𝐯𝐦𝐢𝐨𝐧𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora