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Aquel dulce gesto quedó en el olvido, las manos del príncipe pasearon por la superficie de la ropa del joven Rindo, ahora siendo partícipes de un travieso beso, Souya lo tomó con fuerza de la nuca, metiendo su lengua en la cavidad bucal del chico, fue así que lo recostó sobre la cama con suavidad, proporcionándole pequeños cosquilleos en su abdomen bajo.

-- S-señ-ñor...-- Susurró el joven, intentando quitárselo de encima.

-- Creo que te di tu regalo muy temprano.-- Sonrió en grande--. No te obligaré a hacer nada.-- Se sentó a su lado.

-- S-souya, usted sabe que está prohibido hacer algo así, no soy digno de ser pretendiente suyo, mucho menos recibir afecto amoroso de su parte...-- Intentó controlar su respiración ya agitada.

-- Si nadie se entera.-- Fue interrumpido.

-- No, señor.-- Habló serio.

-- ¿Por qué no? Si no fuera príncipe.-- Una leve desesperación lo invadió.

-- Pero lo es, y no puede cambiar eso, así que le pido que no lo vuelva a hacer...-- Declaró desviando su mirada.

Souya frunció su ceño, no esperaba ser rechazado de tal manera.

-- No me rendiré contigo, y tampoco aceptaré a alguien más que no seas tú.-- Apretó los puños, resignándose.

-- Señor, no conseguirá nada, aunque también lo estimo y el afecto es mutuo, está en peligro mi vida.-- Llevó las manos a su cuello, imaginándose su ejecución.

-- Si te matan no tendré opción, el rey deberá elegir, mi felicidad o mi muerte.-- Declaró decidido.

-- No puede hacer eso, ¿Por qué arriesgaría su vida por mi?-- Cuestionó reteniendo las lágrimas.

-- Porque mi corazón te anhela, y si no te consigo moriré de tristeza.-- Confesó sin más, adoptando un llamativo rubor en sus mejillas.

-- Si usted hace algo así, mi alma no podrá estar tranquila, moriré sabiendo que asesine al príncipe que tanto quiero.-- Acarició sus mejillas.

Souya suspiró agotado, nunca pensó en todos los obstáculos que tendría poder amar.

-- Solo... Déjame cortejarte, te haré cambiar de opinión.-- Insistió nuevamente.

-- Señor, no soy digno de que usted me corteje.-- Lo interrumpió.

-- Eres digno para mi, y si no logro convencerte entonces te dejaré tranquilo.-- Propuso tomando una de sus manos.

Ahora el que respiró profundo fue Rindo, masajeó su sien con molestia, nunca creyó que el príncipe sea tan terco.

-- Por favor, Rin.-- Murmuró suplicante.

-- No haga eso, los príncipes no suplican, no salen con sus sirvientes, y-yo sabía que no debía meterme aquí, lo sabía y aún así lo hice.-- Comenzó a llorar por lo bajo.

-- Tranquilízate ¿De qué hablas ahora?-- Preguntó viendo la desesperación del contrario.

-- Mi hermano mayor quiso sacarnos de la pobreza, se hizo caballero para cortejar al príncipe Nahoya, pero luego no volvió a casa.-- Su voz se entrecorto--. Como no podíamos pagar los impuestos, los soldados del rey quemaron la casa y vendieron a toda la familia como esclavos.-- Confesó entre llantos apenas audibles.

-- Y-yo no tenía idea...-- Susurró sorprendido por la historia.

-- No tiene porqué saberlo, ustedes en realidad no saben nada de cómo vivimos los pobres, solo pasean por ahí, pero no ven las necesidades.-- Reclamó molesto.

Hijo De La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora