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El príncipe entró al local, sin quitarle los ojos de encima a aquél bello traje aguamarina, sus amigos y el joven Rindo entraron después, algo agitados por la pequeña corrida que tuvieron al escuchar el grito de su majestad.

-- Buenos días, jovencito.-- Lo saludó un señor anciano y barbudo, el famoso sastre Mochizuki.

-- Buenos días, vine por un traje en específico.-- Fue al grano, apoyando sus codos en la pequeña mesada de madera que divide la clientela del empleado.

-- Claro, con gusto le enseño el traje que busca, dígame ¿Cuál prefiere entre mi colección especial de la realeza?-- Preguntó el hombre juntando sus manos.

-- Quiero el que está exhibiendo.-- Pidió levemente sonrojado.

-- Uhm, ese traje no es de su talla, pero puedo hacerle uno igual a su medida.-- Tomó de su mesa una cinta métrica y agarró el brazo del príncipe para medirle.

-- Oh, no, no es para mí, es un regalo para mi sirviente.-- Sonrió apenado.

El hombre dejó de lado la cinta amarillenta y su expresión cambió a una seria.

-- Si no fuera usted, tomaría esa petición como un insulto a mi preciado trabajo, pero como es el príncipe, lo dejaré pasar. Tráigame al joven y se lo daré con una rebaja.-- Propuso amable.

-- ¡Muchas gracias!-- Chilló de nueva cuenta, corriendo hacia el susodicho y tomándolo de la mano, jalando de este y acercándolo al sastre--. Es él, se llama Rindo y quiero que quede bonito.-- Ordenó con voz juguetona.

El señor miró al chico de arriba a abajo y afirmó leve.

-- Que vaya a cambiarse mientras le doy el traje.-- Habló suspirando pesado.

-- Bien.-- Acató Souya, tironeando de nuevo del joven y metiéndolo a un pequeño probador.

Mientras Rindo se cambiaba y los demás veían los trajes y ropas elegantes, el sastre fue anotando las medidas del príncipe ya que debía cumplir con un pedido mandado por el hermano mayor de éste, y como no tenía sus medidas, mejor aprovechar a su gemelo que miden lo mismo.

-- ¿Cuánto falta? Quiero ver a Rindo.-- Soltó entre pucheros el príncipe.

-- Él saldrá cuando esté listo, señor.-- Regañó nuevamente Hakkai, en un intento por controlar su nerviosismo.

-- Llevas media hora diciendo eso, me aburre esperar.-- Se bajó de la plataforma en donde estaba parado.

-- Joven ¿Qué hace? Aún no termino de medirlo.-- Recriminó el señor.

-- Después termina, quiero ver a Rindo.-- Frunció su ceño y caminó hacia el probador.

Descarado y lo que se le quiera decir, Souya corrió la cortina de privacidad por completo, dejando ver a un muchacho semidesnudo y nervioso intentando ponerse el bendito traje que según él, no le queda bien.

Pero para los ojos de Souya, los cuales se relajaron considerablemente, él es hermoso con cualquier vestimenta.

-- ¡S-señor! ¿Q-qué necesita?-- Se asustó el joven rubio.

-- Te tardabas mucho... Solo quiero ver si estás bien.-- Susurró apenado.

-- Pues estoy bien, gracias por preocuparse.-- Declaró nervioso, siguió probándose la ropa aún enfrente del príncipe.

Rindo, al notar que el príncipe se le quedó viendo, sus mejillas se tornaron de un rubor encantador, abultó sus labios en un puchero.

-- ¿Necesita algo?-- Preguntó harto del atrevimiento.

Hijo De La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora