VII. Insultos

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Las habilidades de un Dios también tenían un límite, la ilusión no iba a durar para siempre y tampoco podrían esconderse por el resto de la eternidad

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Las habilidades de un Dios también tenían un límite, la ilusión no iba a durar para siempre y tampoco podrían esconderse por el resto de la eternidad. Chuuya no daba señales de regresar, pero no le preocupaba, él sabía cuidarse solo y su fuerza sobrenatural era digna de admirar.

El Kitsune hacía lo posible para cuidar de las deidades más pequeñas, vigilando que no tuvieran problemas al saltar de isla en isla o de que ninguno tropezara. No tenían prisa, pero si su compañero pelirrojo había tomado una decisión tan precipitada, era algo peligroso estar todos en el mismo sitio.

El Arco de Plata se divisó a la lejanía, a unas cuantas islas de distancia para por fin salir de ahí según lo contaban las leyendas y relatos en los libros. Dazai comenzaba a agotarse, una técnica tan elaborada y duradera le daría dolores de cabeza a cualquiera, aunque no fuera el único kitsune en el mundo, si era el único de cinco colas.

Sus entrenamientos fueron demasiado exigentes desde que tiene memoria, se requería mucho para ser un mensajero de grado especial, especialmente si se trataba de una criatura como lo era un Kitsune, y más encima blanco.

- ¡Akutagawa-kun, a un lado!- Gritó desesperado, un inesperado derrumbe se hizo presente en la isla de arriba - ¡Corre, aléjate lo más que puedas!

Parecía que su visión se había convertido una obra de teatro, como si las marionetas se hubieran quedado congeladas por un simple instante, el tiempo suficiente para hacerle ver todo de una manera demasiado lenta, poco a poco divisando su posible final.

Lo bueno es que un tigre con problemas para controlar sus sentimientos a flor de piel siempre estaba a su lado.

Atsushi no pudo contenerse, y en un ataque igual de rápido que un rayo eléctrico, hizo pedazos el trozo de tierra que amenazó con caer sobre el Dios del Dragón. Incluso si sus puños dolían como nunca antes, al menos podría decir con total orgullo que cumplió su parte del trato que tenía con el azabache.

- Sigues siendo igual de rápido a pesar de los años ¿eh?- Preguntó recuperando el aliento, juraba que su alma abandonó su cuerpo por un segundo

- ¿Ni un "gracias" ni nada?- Regresó la pregunta divertido, pero al mirar hacia arriba su pequeña sonrisa se desvaneció - ¡Apártate!

El albino se vio obligado a empujar lejos a Akutagawa, la isla entera se quería caer sobre ambos. Habían muchos rumores sobre la famosa "Katana negra", un arma que otorga lo necesario a su portador para ser capaz de destrozar una montaña entera y acabar con un ejército en un abrir y cerrar de ojos. Y no lo consideraba real, una simple de una katana no podría hacer todo eso... ¿verdad?

Los cuernos que tanto caracterizaban a los Oni se encontraban a plena vista, Chuuya los portaba con mucho dolor. Tenía rastros de sangre por todo el rostro y parte de su cuerpo, la parte blanca de su kimono se tiñó de un completo rojo, pero sin bajar la mirada ni un poco, luchaba contra bestias sin rostro o forma.

Suspiro de Vida // SSKKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora