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—Oh, ¡Muchas gracias Yonnie!—Jisoo daba brinquitos, alegre ante el aparato que tenía entre sus manitos.

—Estaría bueno que tengas un celular, así sería mucho más fácil a la hora de comunicarnos. Este es uno viejo que tenía y que ya no uso—El joven más grande comentaba, con su taza de café en mano— ¿Te gustó?

— ¡Sip, está muy bonito! ¡Lo cuidaré muy bien!—Le dijo con tal de dejarlo tranquilo—Oh, antes tenía uno hasta que... uh, bueno... se rompió—Formó un tierno puchero. Su aparato anterior era muy bonito, hasta tenía una funda de un perrito blanco.

—Este deberás cuidarlo muy bien. Luego te pasaré mi número de teléfono y el de Jennie, así podrás tener la posibilidad de comunicarte con cualquiera de los dos.

— ¡Oh! ¿Y puedo comunicarme con Jinnie, también?—Sus ojitos brillaron.

Yoongi cambió de manera brusca su semblante. Con su mandíbula tensa, estaba a punto de dar una respuesta sumamente negativa pero, alguien más se le adelantó:

—Por supuesto que sí, Jisoo—Jennie le sonrió en grande y dejó su propia taza de té sobre la mesa—Puedes tener cualquier número, incluso el de él. Todo mientras que sea con confianza y demás ¿Si?

— ¡Por supuesto!—Elevó su dedito índice, ignorando la acusadora mirada de su hermano mayor— ¡Muchas gracias por este bonito regalo!

La mujer castaña volvió a sonreírle, de manera cálida, viendo después como la menor subía escaleras arriba con su nuevo móvil.

Tranquilamente llevó la taza hacia su boca, mirando por encima de sus pestañas a su pareja.

—No pienses hacer un berrinche ahora, Min Yoongi—Le advirtió, escuchándolo gruñir como un gatito.

Dios, a veces su pareja era una cosa bárbara.

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SeokJin escuchaba música en su habitación. Su brazo derecho reposaba sobre sus ojos, dejando todo su alrededor oscuro por completo.

Los auriculares incrustados en sus orejas, el cuerpo con peso muerto sobre la ordenada cama, creando escenarios que jamás pasarían en su vida.

¿Por ejemplo? Ser millonario y vivir en una gran mansión.

Sonrió y después carraspeó. Hace ya varios minutos que estaba así. Era sábado, tenía muchísima tarea que hacer pero, ahí estaba él, dejando que las cosas fluyeran a su manera.

O capaz que nada fluía y todo se terminaba quedando estancado.

De igual forma, no le importaba.

No escuchó la puerta abrirse, ni tampoco cerrarse. Lo único que sintió fue como un cuerpo se sentaba sobre sus piernas, apenas rozando su pelvis.

Casi murió de un infarto.

— ¡Jinnie!—La vocecita de Jisoo retumbó en toda la habitación.

Bruscamente se quitó los auriculares, casi haciendo caer a la menor por sus desesperados movimientos. Debía sacarla de allí, si los dos mayores de la casa entraban, el que no saldría con vida terminaría siendo él.

Agarró a Jisoo de la cintura, dejándola con cuidado pero, con rapidez, a un lado de la cama y ante tanta desesperación por su parte, terminó estrellando su trasero contra el suelo.

—Mierda...—Gruñó molesto y adolorido, escuchando balbuceos por parte de la contraria.

— ¿Estás bien, Jinnie? ¿T-Te hiciste m-mucho daño?—Sus ojitos y rostros mostraban muchísima preocupación, hasta incluso culpabilidad, sentía que se había lastimado por su acción—Discúlpame...

Dulce Inocencia [Jinsoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora