Vercheol 2

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Suspiro antes de acostarse en la cama con pereza. Cerró los ojos y lo único que rondaba su cabeza era la idea de dormir profundamente. La noche estaba silenciosa y una pequeña corriente de aire acariciaba sus pies descalzos. Como el sonido de las gotas de la lluvia que se había detenido hace algunos momentos lo hiptonizaban y relajaban. El calor le obligaba a mantener alejado el cobertor de su cuerpo, aunque estuviese en encarrujado en un lado de la cama.

La esponjocidad del sueño pesado le dio una noche llena de paz, o más bien, eso planeaba. Un cerrojo inocente fue abierto con ira y desesperación, y la puerta de la casa la cerraron con tanta fuerza que lo asustó y lo esponjoso se convirtió en una áspera lija que le raspo la consciencia.

— ¿Hyung? Qué hace... — No pudo seguir hablando porque un peso cayó en su cama. — ¡Hyung!

— Dejame dormir aquí. — Le hablo con una voz ahogada en una espeza niebla de tristeza que nacía en su pecho. Se quedó callado, esperando que el mayor se acomodará o si quiera le mirara. — Lo siento por entrar así.

— Ya entró, no se disculpe cuando ya está aquí. — Le respondió evitando mirarlo. — Más bien debería secarse el cabello, podría enfermar.

— ¿Las toallas siguen donde las dejé? — Pregunto aún sin mirar, rozando sus manos con incomodidad.

— No he movido nada. — El mayor asintió y se levantó despacio, dirigiéndose al cuarto contiguo. Por otro lado, el se preguntaba que hacía aquí, puse una mano en su pecho. Le dolía, tal vez como si ardiera justo en la parte izquierda. Simplemente se quedó mirando, presionando un poco las cejas por el dolor.

— La lluvia fue horrible. — Le comentó mientras frotaba la toalla en su cabeza. Se paro en la puerta con la cabeza inclinada hacia adelante. — Me caí unas cuantas veces pero, aún sigo vivo. — Carraspeo. — Lamentablemente.

— ¿Enserio llovió tan fuerte? —

— Sí... No pude llegar a la casa y, entre aquí. — El no lo había notado, en realidad la lluvia le calmaba el dolor de pecho y lo mantenía cuerdo. No noto cuando las gotas impactaban y se rompían en el suelo.

— Solo no se enferme. — El mayor sonrió un poco. — No podría cuidarlo.

— Ya veo... pero no eres mal enfermero.

— No soy enfermero. — Le contesto volviendo a echar en la cama. — Solo no haga tanto ruido, quiero dormir. —

— Está bien. — Estuvo un rato en el cuarto contiguo, frotando y frotando, llegando a usar la secadora de cabello. El cerro los ojos y quiso dormir de nuevo, mas el sonido de su mayor y el hecho de haber perdido la esponjocidad de un sueño pesado le irritó y frustró.

Luego de un rato, sintió el peso caer al lado suyo, a espaldas suyas mejor dicho.

— Hansol. — El se hizo el dormido, ignoro el hecho de que susurraba su nombre una y otra vez. — Lobito.

Abrió los ojos sin voltear aún. Espero que dijera algo más pero, solo hubo silencio.

— No me sueltes... — las hebras de cabello le hicieron cosquillas en la espalda, más por el hecho del constante roce. — Hansol...

Entonces ahí supo que estaba soñando. Los labios de su Hyung sellaron su espalda y lentamente ascendía hasta su nuca. Un escalofrío le invadió el cuerpo. Beso tras beso, lamia y mordia ligeramente el área.

— Dejame regresar. —

Abrió los ojos, el techo. Miró a su lado y no había nadie, era de día y aún era temprano. Tapo su rostro con sus manos, sonriendo nervioso por su sueño. Solo llevaba unos días sin él y simplemente se volvía loco.

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