Epílogo

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Mariano cerró su diario con una amplia sonrisa en sus labios, mientras que su otra mano yacía sobre su pecho mientras sujetaba una carta con la misma, aquella carta que había recibido con tanto amor y nerviosismo

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Mariano cerró su diario con una amplia sonrisa en sus labios, mientras que su otra mano yacía sobre su pecho mientras sujetaba una carta con la misma, aquella carta que había recibido con tanto amor y nerviosismo.

Era hora de dejar a su preciado diario, después de todo, había logrado confesar sus sentimientos y ahora tenía personas en las cuáles confiar. Tal vez ya no lo necesitaba como antes.

-Gracias por todo, diario -el hombre habló para sí mismo mientras tomaba el cuaderno de pasta negra y lo guardaba en uno de los cajones de madera del mueble a un lado de su cama, cerrándolo con una pequeña llave plateada que guardaba en su pantalón. No se iba a arriesgar a que alguien pudiera leerlo.

Mirabel lo había invitado a comer en un nuevo restaurante recién abierto en el pueblo -y también de cierta forma había correspondido a sus sentimientos-, así que tenía que estar listo a la hora que habían acordado verse.

La joven Madrigal era algo inexperta en esas cosas y el joven Guzmán no se quedaba atrás.

Estaba realmente nervioso; había peinado su cabello una decena de veces para cuidar que ninguno de sus oscuros cabellos negros estuvieran fuera de orden. También había pensado seriamente en rasurarse la barba por dicha ocasión, pero al final descartó la idea.

Se miró al espejo por millonésima vez en ese día y tomó su pequeña mochila antes de abrir su ventana y comenzar a descender cuidadosamente para llegar hasta abajo.

Su madre no se encontraba en casa, y si salía ahora podría evitar sus preguntas o cuestionamientos incómodos. Aún así había aprendido a decidir él mismo por su futuro, no pensaba alejarse de Mirabel por nada del mundo. Él estaría a su lado, y aunque los separaran, su recuerdo y viva imágen se mantendrían grabados en su corazón.

Ambos jóvenes habían acordado verse en la plaza, siendo este el lugar que quedaba más cerca del nuevo restaurante recién abierto en el pueblo y al cual Mirabel se refería en la carta.

Finalmente y después de correr unas cuantas cuadras debido a que creyó que se le hizo tarde, Mariano se detuvo completamente agitado en la fuente, tomando asiento en el borde de esta y esperando con fingida indiferencia hasta que su enamorada llegara.

Sin embargo, esta indiferencia no duraría mucho debido a que vió a la más joven caminando radiantemente en dirección suya, cosa que no provocó nada más que una sonrisa tonta en su rostro.

-Vamos Mariano, compórtate -susurró para sí mismo en un intento por mantener la calma. No quería cometer una estupidez frente a ella, al menos no hoy.

-¡Mariano! Siento mucho llegar tarde, ¿Esperaste mucho? -la nueva matriarca habló una vez que se acercó lo suficientemente al varón, provocando que este la mirara con una sonrisa boba al detenerse para observarla con más detenimiento-. Es que no sabía qué ponerme, tipo, ¿qué queda mejor para comer en un nuevo restaurante?

Querido diario ; {MariMira}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora