Capitulo 11

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Briana

Siento como si mi cabeza se encontrara sumergida en agua y me estuviese ahogando. Ni siquiera los pensamientos aparecen, solo está la desesperación de querer volver a sentir el aire.

Estoy tan sumergida en la nada que, a pesar de ver como el coche en el que estoy deja atrás varias calles y edificios, no logro situarme, y me desorienta. También me desorienta lo sucedido, porque creí que ya había superado aquella etapa de escandalizarme al escuchar su nombre. Creí que el tiempo me había dado las fuerzas para afrontar la situación y salir adelante.

Años de abuso, tanto físico como psicológico, años de sentirme inútil e inservible, y años de recuperación para poder llegar a donde estoy. No quiero que el pasado toque mi puerta, ni quiero que él se cruce en mis pensamientos porque no lo merezco.

Me remuevo en el asiento llamando la atención de mi acompañante.

— ¿Estás bien? — pregunta cauteloso y asiento con la cabeza elevando sutilmente la comisura izquierda de mis labios en un intento de sonrisa.

Miro hacia delante y el camino comienza a lucir familiar.

— ¿Sabes donde vivo?

— Llevamos casi diez minutos de viaje y ¿recién ahora haces la pregunta?

— No me di cuenta. — me defiendo.

— Muy mal. ¿Qué si soy un psicópata conduciendo a algún sitio extraño para hacerte daño?

Lo miro por el rabillo del ojo. Sus manos se encuentran firmes en el volante mientras su mirada se posa cada ciertos segundos en mí.

— No vas a hacerme daño. - digo segura.

— ¿Como lo sabes? - pregunta frunciendo el ceño.

— Si lo fueses no hubieses desperdiciado la otra noche y me hubieses hecho algo en el hotel.

— Bueno, algo te he hecho, sin duda.

Segura de que mis mejillas se tornaron de un color carmesí, bajo la cabeza cubriéndome con el cabello suelto que cae a mis lados.

Si, sin duda me ha echo algo, lo recuerdo muy bien, pero no estoy lista para tocar ese tema, por lo que vuelvo a fijar mi vista en la ventana en silencio.

A los cuatro minutos Oliver detiene el vehículo y me obligo a mirarlo. No sé como podré agradecerle. En vez de enojarse y reprenderme por todo el desorden  que he ocasionado con los gritos y demás en la oficina, se ha preocupado y me ha dejado en mi casa. Para mi significa mucho esto, porque demuestra la clase de persona que es, y me hace saber que no solo tiene para dar su aspecto físico.

— ¿Quieres subir? — es lo primero que mi cerebro le manda a mi boca haciendo que me mire de reojo.

Cuando gira su rostro completamente hacia el mío, noto su seriedad. El rastro que había de cierta diversión ya no está en su mirada.

— ¿Tanto te arrepientes de lo que ha sucedido entre nosotros?

Su pregunta me sorprende más que el tono de voz que utiliza, la cuál se sincroniza a la perfección con la frialdad que emana su mirada.

— ¿Co-cómo?

— ¿Te arrepientes y es por eso que no dices nada al respecto? ¿o tienes alzheimer?

Una pequeña risa se escapa de mis labios ante su pregunta. Creo que ni con alzheimer sería capaz de olvidar aquella noche. No mentiré, mi mente recuerda la mitad de ella por culpa del alcohol, pero el camino que trazaron sus manos será recordado por mi piel para toda la vida. Y a lo mejor exagero, se que soy una persona que siente a flor de piel, pero creo que es eso lo que inspira en mí Oliver: exageración, porque cada mirada o cada palabra dicha, se graba en mí como si fuese lo único importante. 

Pyros  (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora