1 Encuentro

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El despertador de mi teléfono suena demasiadas veces y yo trato de no prestarle atención a ese maldito aparato del demonio. Pero luego recuerdo que ese día precisamente, tenía que levantarme temprano sin quejarme. Según yo, ya es hora de que trabaje y me responsabilice porque acabo de terminar mi grandiosa carrera de lenguas extranjeras y no debo perder la práctica, además de que mi futuro depende de eso. Bueno, en realidad yo no pienso así, es mi mamá, porque si por mi fuera seguiría de nini el resto de mi vida. Pero el niño ya quiere salir, comprarse sus cosas y largarse al carajo de su casa. Me levanté y desactivé ese espantoso ruido de mi celular de tres pesos que me compré en un Oxxo un día que estaba bien crudo y se me ocurrió traérmelo a la casa. Vi que marcaba las siete y media de la mañana y yo tenía mi entrevista de trabajo a las nueve en punto. Bostecé como león hambriento y me estiré hasta entumir mis brazos.

<<No me vuelvo a desvelar>> —pensé.

Pero, ¿a quién rayos quiero engañar? Nunca cumplo esa promesa. Así que mejor me fui a echar una firma al baño y a lavarme la cara de monstruo que tenía. Me miré al espejo y vi que tenía los ojos un poco irritados así que me los enjuagué mientras les daba una sobadita. Y mi cabello parecía las raíces de una planta seca, pero el baño cambiaría eso. Regresé a mi desordenado cuarto y preparé la ropa que me iba a poner para la entrevista: un traje nada más con todo lo que conlleva. Punto.

—Con esto es más que suficiente. ¡Ah me falta algo! —recordé. Obviamente tengo que cambiarme el bóxer.

Me llevé mi ropa interior al cuarto de baño y noté que mis papás ya estaban levantados viendo las noticias matutinas en la tele. Por un momento los envidié, ellos no tenían ningún pendiente como yo. Mi papá estaba de vacaciones de su trabajo y mi mamá al ser ama de casa pues no tenía mucho quehacer esa mañana. Me quité la poca ropa que tenía puesta y como supe que nadie me vería pues estuve desnudo por un momento con la puerta abierta del baño. En momentos así, uno siempre aprovecha para mirarse al espejo y observar con detenimiento las bondades de la naturaleza. No soy un súper modelo pero siendo honesto conmigo mismo no estoy tan tirado a la calle, tengo mis atributos.

Eso sí, creo que necesito una depilación urgente de ahí abajo porque si no, voy a parecer un simio. Al abrir la regadera y sentir el agua caliente recorrer mi blanco y peludo cuerpo llegué a una conclusión: o hacía mucho calor esa mañana, o yo estaba muy caliente. Sinceramente creo que era la segunda opción ya que la capital mexicana se caracteriza por su clima frío en horas matutinas. Cerré por completo la llave del agua caliente y me bañé con la fría sin sentir ninguna molestia. Me enjaboné todo el cuerpo para no perder mucho tiempo y me apliqué el shampoo en el cabello, me urgía lavarlo.

Al meterme en el chorro de agua tuve una sensación de frescura que no era habitual en mí. Hasta me quedé parado un rato con los ojos cerrados bajo el agua y eso que ya no tenía jabón en el cuerpo solamente para sentir el recorrido del líquido por mi piel. En ese momento me perdí por completo y hasta hubiera jurado que me dormí parado y recargado en el azulejo del baño.

—¡Ah caray! —dije—. No puedo seguir perdiendo más el tiempo, mi entrevista de trabajo espera. O mejor dicho, no me espera.

Cerré la llave del agua, agarré la toalla y me sequé todo el cuerpo. Al mirarme de nuevo en el espejo vi que mi cabello había tomado mejor aspecto, tanto que hasta me sentía guapo. Hablando de eso, nunca me he considerado un tipo atractivo, simplemente le echo un verbo a las viejas que me tiro y ya con eso las tengo comiendo de mi mano casi siempre. Tampoco soy tan mujeriego pero vaya que he tenido mis experiencias, sobre todo con mi anterior novia. Liz era demasiado amorosa conmigo al grado de tratarme casi como si fuera parte de la realeza. Bueno, ahí no veo ningún problema, sin embargo, ella parecía estar conforme con el papel de "plebeya", ya que siempre me daba la razón en todo. Incluso algunas veces se culpaba de que nuestra relación tuviera algún percance aunque el verdadero responsable fuera yo. Nunca me había puesto a pensar en lo cretino que soy, porque ahora que recuerdo, yo siempre le daba por su lado y le daba la razón cuando se culpaba. Y lo peor del asunto, es que la terminé cambiando por un simple acostón con otra vieja que a las dos semanas me mandó por un tubo. En fin, lo hecho, hecho está.

Mi querido HugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora