10 Enemigo en casa

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Estaba frente a mi casa por fin...

Tenía mucho miedo de entrar, mis piernas temblaban y casi sentía que no querían moverse para llevarme al interior de mi morada. Era como un presentimiento, un gran terror e incertidumbre, pero ya no había vuelta de hoja:

Estaba totalmente decidido a revelar mi identidad y sentimientos a mis padres, o como se dice coloquialmente "salir del clóset". No entiendo porqué es tan difícil ser sincero en una situación tan simple como es decir un gusto o preferencia. Es como sentir vergüenza por ser zurdo ante una muchedumbre de diestros dispuestos a linchar al anormal porque escribe con la mano incorrecta. ¿Con qué derecho se atreve la sociedad a imponer lo que es correcto y lo que no? ¿Desde el punto de vista de quién está mal amar a alguien de mi mismo sexo?

Por desgracia, la homosexualidad tiene el estigma de ser una depravación desde hace muchísimo tiempo y siempre ha sido sinónimo de lujuria y sodomía, como si no hubiera eso mismo en una relación entre un hombre y una mujer. Claro, Dios nos creó para reproducirnos entre diferentes sexos sin importar que sea en una orgía con las pasiones más bajas que puedan existir, pero si hay una relación entre dos hombres o dos mujeres todo el mundo pega de gritos porque ya de entrada es una aberración. Es totalmente correcto ver violencia en televisión pero no a dos hombres tomados de la mano.

No, no pienso de esa manera porque haya aceptado mi preferencia, siempre he sido partidario de que cada quién haga con su vida lo que mejor le parezca sin afectar a terceros. ¿Por qué es tan difícil para algunas personas entender eso? No se trata de tolerancia, esa palabra de entrada ya es discriminatoria, ¿quiénes somos para "tolerar" a alguien cuando no somos más que miserables hormigas en un mundo tan grande? Yo simplemente lo resumiría todo en una palabra: respeto.

Si tan sólo dejáramos de preocuparnos tanto por lo que hace otra persona tal vez la humanidad ya sería otra, pero no, es tan agradable señalar y juzgar que hasta parece deporte. En fin, no puedo seguir tratando de complacer a otros mientras pongo en juego mi felicidad.

Entré y encontré a mis padres cenando amenamente mientras miraban un programa de televisión al parecer muy entretenido.

—Ya llegué —anuncié.

—Hola hijo —saludó mi mamá. ¿Qué tal te fue?

—Muy bien, de maravilla diría yo —respondí serio.

—¿Quieres cenar?

—No, no tengo hambre. Pero los puedo acompañar.

Mi mamá asintió y tomé un lugar en la mesa del comedor, me sentía muy nervioso, era una inquietud demasiado grande, un sentimiento distinto al que experimenté las veces que estaba cerca de Hugo. No dejaba de observar a mis padres de reojo constantemente, no sabía si era el momento adecuado para revelarles la verdad, tenía ganas de echarme para atrás pero pensé que eso sería como alargar el sufrimiento y comportarme como un cobarde. Si en ese momento desistía de hablar con ellos sería volver a pasar por lo mismo hasta que armarme nuevamente de valor, así que ya no había vuelta de hoja.

<<Ahora o nunca>>.

—¿Y cómo se han portado tus estudiantes? —preguntó mi papá.

—Ah sí, mis muchachos —dije arrastrando las palabras—, pues son buenos, creo que no son nada tontos, el problema era que no aplicaban el método correcto de enseñanza con ellos. Yo soy más flexible y agradable que el profesor anterior, además les hago la clase divertida con dinámicas para que aprendan mejor. Pronto les aplicaré examen para comprobar si he hecho un buen trabajo aunque espero que sí.

—Qué bueno —dijo mi papá orgulloso—, me da gusto. Me comentó tu mamá que un alumno tuyo te invitó a su casa.

—Sí —asentí nervioso—, de hecho tengo una pequeña amistad con varios de ellos, son buenos chicos.

Mi querido HugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora