13 Locura

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Hugo me rechazó sin miramientos, contemplaciones, piedad ni nada que se le parezca. Mi alumno se fue alejando de mí sin detenerse mientras yo estaba casi petrificado y todavía con dificultad para procesar lo que acababa de escuchar. La popular friendzone, como se le suele decir en internet, había ganado un inquilino más que no esperaba serlo.

—¡Espera! —corrí hacia Hugo—. ¡Escúchame!

El chico se volvió y yo ya estaba justo frente a él sacudiéndolo de los hombros.

—¡¿Por qué Hugo?! ¡¿Por qué me haces esto?!

—¡Oye cálmate! —se asustó él—. No hagas un escándalo aquí.

—Hugo, después de todo lo que ha pasado, yo creí que...

—¿Y qué pasó? —preguntó—. A ver, dime.

—Cómo te atreves...—dije temblando—, simplemente no es...

—Ya dime Bruno, ¿qué pasó entre nosotros?

—Hugo, te di lo mejor de mí, tú me buscaste y quisiste mi amistad, hiciste que me ilusionara siendo tan cariñoso y atento.

—¿Y eso qué? —dijo Hugo fríamente—. No quiere decir que ya esté enamorado de ti.

—Yo te amo Hugo —confesé—, lo dejé todo por ti.

—Estás mal Bruno, no te pudiste haber enamorado de mí tan rápido, en serio estás confundido y has malinterpretado todo.

Me quedé callado, no sabía ni qué decir. Sólo miraba a Hugo soltando múltiples bufidos.

—Y si tú dejaste y diste todo por mí, fue tu decisión, nadie te obligó —me empujó hacia atrás—, yo correspondí como tenía qué hacerlo. Así que por favor no me culpes por eso.

Hugo se dio la vuelta y se fue rápidamente, yo seguía sin creer lo que había pasado. Regresé a sentarme en la banca para tratar de calmar mi gran desesperación. Respiraba de forma acelerada y en un instante los recuerdos taladraron mi mente:

Si mis clases de canto me ayudan tal vez algún día sea famoso.

—Hugo...

¿Quiere ir al musical? Yo puedo conseguirle boletos si gusta.

—Mi...

Me gustaría mucho platicar con usted, parece una persona muy inteligente.

—...cantante...

Desde que lo vi en la escuela por primera vez llamó mi atención.

—...favorito.

Te quería invitar al cumpleaños de mi mamá, sólo a ti y a un amigo.

Y así, mientras la gente a mi alrededor hacía sus actividades de siempre, yo me puse a llorar como un niño al que le acababan de romper la ilusión. No me importó que alguien me viera, lo único que quería era un abrazo de quien fuera para sobrellevar el inmenso dolor que estaba sintiendo. Llevé una vida de mentira, mis padres me rechazaron y corrieron de la casa, y ahora la única felicidad que me quedaba me había destrozado.

Recordé las palabras de mis amigos Julio y Diana, ellos me lo advirtieron y justo como me lo dijeron, me caí abruptamente de la nube en la que estaba porque no quise hacerles caso. Viví una ilusión que yo creía que era hermosa, revelé mi verdad por él, me enfrenté a mis padres, a Elizabeth, estaba dispuesto a enfrentarme al mundo entero si era necesario. Pero, ¿acaso eso le importaba a Hugo? No. Para él, yo no era más que su confundido profesor.

Mi querido HugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora