21 La última canción

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—Nadie se va de este mundo sin pagar su factura —afirmó Julio en la cocina del departamento.

—Hasta cierto punto puede sonar cruel —añadió Diana—, pero es la verdad. No es que tú le hayas deseado mal, simplemente él se lo ganó.

—No me alegra sino todo lo contrario —confesé—, me siento triste por él. Si lo hubieran visto, estaba llorando como desesperado en el suelo y me pedía que no lo dejara solo. Por un momento pensé en perdonarlo y darle otra oportunidad, pero no me nació hacerlo.

—Es obvio que sigas dolido —comentó Diana—. No te dejes llevar por su llanto y sigue firme en tu decisión.

—Además no sabes si realmente sea sincero —dijo Julio—, o se trate de otra de sus mentiras, ya ves el mal historial que tiene.

Bebí un sorbo de café, estaba muy pensativo ante la mirada de mis amigos.

—Presiento que consideras la posibilidad de hablar con él —dedujo Diana.

—Tal vez —admití—, pero ni será pronto ni tomaré la iniciativa. Si él quiere platicar y arreglar las cosas no tengo porqué negarme a escucharlo al menos.

—Nada de ese niño te beneficia —dijo Julio—. Ya sea su amistad, su amor, comprensión o lo que sea. Lo único que hizo fue exprimirte la mayor cantidad de dinero que pudo como al resto de sus víctimas. Hugo jamás sabrá lo que es en realidad amar, me da lástima.

—Precisamente por eso quisiera que habláramos pero porque él así lo desea, no por recuperar al admirador que perdió —comenté esperanzado.

—No te hagas muchas ilusiones amigo —prosiguió Julio—, la verdad creo que todo lo relacionado con Hugo ya es tema terminado. Ahora tú debes preocuparte solamente de tu trabajo, tus amistades y...

Julio no terminó la frase, pero supuse lo que quería decir.

—¿Mi familia tal vez? —esbocé una sonrisa.

—Amigo lo siento...

—No Julio —moví la cabeza a los lados—, no te disculpes. La verdad he pensado mucho en mis padres, los extraño y quisiera saber cómo están. Han pasado varios días y no los he llamado y viceversa.

—¿Y por qué no vas a verlos? —sugirió Diana—. Estoy segura de que les dará gusto que los visites aunque sea un momento nada más.

—Me agrada la idea pero no sé si ellos quieran verme —respondí.

—Bruno, eres su único hijo —me dijo Julio—, claro que te extrañan. Nadie te asegura que no lo hayan pensado mejor y te reciban de nuevo en tu antigua casa.

—O que me vuelvan a repudiar.

—No seas ridículo —intervino Diana—, eso no va a pasar. Y en dado caso de que así fuera por lo menos te queda la satisfacción de que fuiste a verlos por tu propia voluntad sin que nadie te obligara. Creo que si te insultaran o te hicieran una grosería ellos se verían mal.

—Lo meditaré —comenté—. Tal vez vaya a mi ex casa en estos días, espero no arrepentirme.

—Espero que todo salga bien —dijo Diana—. Bueno ya me tengo que ir porque empieza a oscurecer, fue un placer pasar el rato con ustedes.

—Te llevo a tu casa —se ofreció Julio—, no estaré tranquilo si te vas sola.

—Ah bueno —sonrió Diana—, eres muy amable.

—¿No vienes con nosotros? —me preguntó Julio.

—No, prefiero quedarme, necesito pensar.

—Bueno como quieras, al rato regreso —finalizó Julio.

Mi querido HugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora