[VI]

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[6] Llorar y llorar.

Mi largo y hermoso sueño de que estaba en una cafetería y me regalaban un cupón para toda clase de tartas de por vida, me lo interrumpió un timbre, un maldito timbre. Me levanté pesadamente, no me vi ni en el espejo, ni la hora, ni como vestía, solo abrí la puerta y me encontré con un chico con tez blanca pero morena, tipo café con leche, su cabello negro espeso y sus ojos claros como el agua, era alto, llevaba unas botas negras, un saco de cuero marrón una camisa blanca y unos jeans gastados. Parecía todo un vaquero, solo le faltaba el sombrero.

¿Y este de donde salió?

Fruncí el ceño hacia este y el me sonrió como si fuésemos amigos de toda la vida, o creo que era otro tipo de sonrisa... En ese momento, recordé que pude haberme dormido con un vestido, baje la mirada y estaba con el uniforme de educación física. Doy gracias, porque si salía así sabía que mi dignidad se me iba y no volvería hasta dentro de cuatro siglos.

—¡Buenos días! —Dijo casi gritando, hice una mueca—, oh bueno, buenas tardes.

—¿Buenas tardes? —dije asombrada, vi la hora en el relog analógico que había en la sala y marcaban las 2:37 pm—. Oh sí son tardes, bueno, ¿qué quieres? ¿quién eres? —me dirigí con una mirada curiosa y a la vez dudosa.

—Pues... Yo soy tu vecino de atrás —se pasa la mano disponible por su cuello—. Me llamo Mark Giannelli, mi madre me mandó... Bueno, nos mandó —de repente trajo consigo a un chico que estaba al lado de la puerta, no lo había notado ya que estaba dentro de la casa y pues, no mire hacia afuera—, a darte está hermosa tarta, al parecer nuestras madres son best friends y quiere que sus hijos sigan la tradición —escuché todo, suspiró y saco la tarta la cual yo agarré y vi como cambia su semblante como si de algo se acordara, pero su hermano, creo yo, lo interrumpió.

Era él, el chico que me miraba ayer extraño, ¿aún tengo la memoria? creo que la foto quedó bien. En realidad quedó muy bonita la foto. De repente el articulo algo que no pude entender y su hermano le dio una patada haciendo que este se queje.

—Si bueno, nuestra madre quiere que vayas hoy a nuestra casa a comer, ¿te apetece? Si dices que no tendremos que llevarte a la fuerza, pequeña.

Mi puño se cerró automáticamente. Tengo 1,71 ellos solo me podrían llevar unos tres centímetros aproximadamente, ¿por qué me llaman pequeña? ni que ellos fueran tan... postes.

—Pequeña su miembro —dije más para mí que para ellos— ¿A que hora?

—Pues, es ahora a las cuatro, nosotros te buscaremos.

—Ni que me fuera a perder.

—Quien sabe, puede ser —Habló el pelinegro.

—Claro —rodeé los ojos—, por cierto, aunque tal vez ya sepan, me llamo Luna Morgan, tengo un metro setenta y uno, y no soy ninguna pequeña.

Cerré la puerta con fuerza y escuché sus risas. Caminé a la cocina y abrí la caja, era una tarta de manzana, vaya parece que esta vecina si me conviene, ¿no? Bueno, no puedo llevar más que mi presencia. Suspiré y le di un bocado y como lo había imaginado, sabía mejor de cómo olía, su madre sí que sabía hacer buenas tartas. Ahora que lo pienso, ellos son los dos chicos que entraron nuevos, demasiada casualidad, la verdad.

Me fui al baño a arreglarme y bañarme, al salir de ahí me cambié, opté por un short y una camiseta, pero luego cambie de opinión y elegí un jean negro rasgado, una camisón gris que me llegaba hasta más arriba de los muslos y una cola alta, zapatos Converse negros, los clásico. Ya eran las 3:45 pm, y como soy ansiosa, inventé una nueva manera para entrar sin llegar por la puerta, había la típica cerca que dividía ambos patios, busqué una escalera y sin pensarlo dos veces, agarré mi bolso con mi teléfono y salté la valla.

Ángeles Y Demonios: Un Destino AlteradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora