Depuración II

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SUPERFICIE: 111,804, 966 km2

TIEMPO ESTIMADO: 24 d, 12 hrs, 12 min, 46s.


Recordó una oscuridad donde no podía distinguir si tenía los ojos cerrados o abiertos. El dolor enterrado en sus sienes erizó los poros de su piel antes de sufrir un par de contracciones violentas en todo el cuerpo. Al volver de la crisis el entorno cambió: la penumbra se había esfumado; la habitación era blanca, con luminosidad en el techo y él se encontraba atado a una camilla de hospital. Incluso habían desaparecido todos los males físicos.

Miró su brazo izquierdo, había una aguja en el antebrazo. Recorrió con la vista el tubo plástico hasta llegar al tripié. El suero se veía transparente. Ni un solo pigmento morado, tampoco alguna mancha de ese color en el inmobiliario. Se dirigió al lado contrario donde encontró los aparatos que velaban por su salud. No podía leer su información. Supuso que si hubiera algo anormal los indicadores estarían en rojo o él mismo se encontraría rodeado de médicos. Por un momento detuvo los ojos en la delgada pantalla de cristal, viendo la forma en que una línea azul verde bailaba de arriba hacia abajo, dibujando montañas. No parpadeó. Conforme se delineaban las crestas una a una, su mente se diluyó a conversaciones que ahora le parecían difusas. Algo dentro de él podía asegurar que, hace unos días, conocía a la perfección el tema de esa charla, sin embargo, al pensarlo se volvía todo muy confuso. Al final, sólo consiguió escuchar diálogos sin contexto:

"No lo haré", era su voz.

"Es por tu salud", dijo un hombre.

"No tomaré nada", fue su respuesta.

Sacudió la cabeza, sintió latidos en su pecho. Sus labios secos se apartaron y su pecho brincó agitado repetidamente. Miró la habitación de nuevo, buscando controlarse. Inhaló profundo, relajó los pulmones. "¿Qué ha sido todo eso?", se preguntó. No fue capaz de razonar. Algo bloqueó el impulso de buscar respuestas, por un instante, la curiosidad desapareció. Permaneció allí, acostado, sin interesarle nada durante un par de minutos. Miró el techo iluminado por unos segundos antes de cerrar los párpados. Una extraña paz lo invadió. Al tiempo, los pensamientos volvieron, lentos, inconexos. Eran palabras aisladas, frases ininteligibles. Hasta que fue capaz de formularlos, poco a poco: "No me reconozco, ¿por qué estaba tan tranquilo?". Vio sus muñecas, relajadas. Aunque tenía necesidad de agitarlas, no pudo, sus brazos no reaccionaron a las órdenes de su cerebro; sólo permanecieron estáticos, flojos, sin tensión. Mordió su labio inferior y agachó sus cejas, preocupado. "¿Qué me sucede?". Entre más intentaba moverse, su pecho se hundía de una presión asfixiante, una inquietud cada vez más desesperante. Empezó a temblar su mandíbula. Leves mordiscos afectaron su lengua.

"No tomaré nada. No me vas a controlar, pedazo de mierda".

Otras imágenes llegaron a su mente, difusas. Recordó tener la piel empapada de sudor y asombrarse del dolor que su cuerpo podía soportar, incapaz de reconocer cuál sería su límite. Decía que primero moriría antes de confesar. Sospechó que harían lo posible hasta verlo ceder. Probarían de todo antes de consentir su muerte. Lo único claro era el sufrimiento.

Una de las máquinas aceleró los pitidos y un indicador rojo se encendió. El corazón empezó a brincarle en el pecho, cada vez más rápido. Los párpados empezaron a hacerse pesados, hundiéndose en lágrimas que resbalaban por sus mejillas. Escuchó a lo lejos la puerta metálica abrirse. Con la vista nublada llegó a distinguir siluetas.

—¿Qué ocurre? —Sus labios apenas se movían —¿Qué me pasa? —creía hablar, pero ni un sonido emitía.

"Eres un traidor. Esto es poco en comparación a lo que mereces", recordó, sin estar seguro de que fuera algo verdadero o no.

RAN: Neurona de Acceso AleatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora