SUPERFICIE: 110, 304, 975 km2
TIEMPO ESTIMADO: 21 d, 15 hrs, 48 min, 51 s.
Le costó despertar, hubo momentos donde creyó que podía mantenerse alerta, sin embargo cuando menos lo esperaba, bostezaba hasta quedarse dormido. Al volver en sus sentidos, le dolió el cuello junto con los hombros. Colocó sus manos a los costados del cuello para mover la cabeza de un lado a otro, con suavidad. Después, estiró los brazos hacia arriba, luego de izquierda a derecha. A pesar de ello, se percató de estar relajado; no se sentía cansado, había tenido un descanso reparador, las molestías físicas desaparecieron y su mente estaba tranquila, sin preguntas ni pensando en los escenarios que pudiera vivir en el futuro próximo.
No pasó mucho cuando la puerta de la habitación se abrió. Era una mujer, portaba un uniforme quirúrgico holgado color gris, decorado de turquesa en las costuras, oculto bajo la bata. Sus facciones eran finas, de mandíbula marcada, nariz respingada, ojos pequeños de avellana y orejas alargadas. El maquillaje que usaba era natural, a excepción de los labios que acostumbraba pintarlos de rojo vibrante. Ella caminó hacia la camilla sosteniendo una bandeja entre las manos. Al verla más de cerca fue cuando pudo leer el bordado en su uniforme: "Charlotte Brown". Sin embargo, no fue capaz de leer la placa encontrada bajo su nombre.
Siguió con los ojos la mesilla con ruedas hasta que estuvo en frente de él, con la bandeja servida. Había pechuga de pollo en rebanadas, acompañada por lado de espinacas y, por el otro, un poco de arroz. También había un tazón con papaya, un vaso largo de vidrio con agua, los cubiertos y una diminuta taza de papel con pastillas en su interior. Oleg se sentó con la espalda recta. Permaneció en silencio, observando.
Charlotte se encontraba detrás de la camilla, haciendo gestos sobre la pantalla de cristal que cargaba entre manos. Probablemente estuvo guardada en algún bolsillo de la bata.
—Buenos días, Oleg —saludó una voz aguda—. ¿Me recuerdas? Soy Charlotte Brown, la neuróloga que atiende tu caso. ¿Cómo te sientes hoy?
El joven se estremeció, después de haber perdido la mirada en la nada.
—Bien —respondió apresurado.
Ella tenía los ojos fijos en él. Sentirse observado lo inquietó; su corazón comenzó a golpearse en el pecho y una ligera opresión invadió la zona hasta la garganta. Tragó saliva, nervioso, antes de agachar la vista.
—Me siento bien —titubeó —. No me duele la cabeza. No me duele nada. Anoche dormí de maravilla —sus palabras fueron atropelladas.
La doctora asintió, escribió en la pantalla. Después, regresó la vista a Oleg, con una sonrisa amable.
—Esas son buenas noticias. Tu salud ha mejorado bastante. Mientras sigas comiendo, durmiendo y tomando el medicamento, pronto saldrás de aquí.
Él asintió con un movimiento de cabeza.
Agarró el tenedor. No fue hasta cuando iba a tomar un poco de pollo cuando su manó comenzó a temblar. Empezó una agitación suave, pero ésta se fue incrementando conforme más se desesperaba. Charlotte alejó la vista del dispositivo por un momento para prestar atención. Un par de segundos después, el tenedor golpeó el plato antes de caer al suelo.
La chica bloqueó el portátil antes de guardarlo en la bata y agacharse a recoger el cubierto. También lo dejó en otro bolsillo del uniforme. Tocó el lóbulo de su oreja apenas para comunicarse con enfermería.
—¿Necesitas ayuda para comer?
—No —alzó la voz—. No necesito ayuda.
Agarró el vaso con dificultad. El temblor de las manos se agudizó con el peso y derramó agua sobre la mesilla como su cuerpo. Sin embargo, cuando se inclinó para beber, no pudo sostenerlo. Maldijo en su idioma natal y se cubrió la cara con las manos. Más que avergonzado, parecía molesto.
Charlotte continuó pidiendo asistencia. Después, tomó el portátil para seguir con las observaciones y notas en el expediente médico.
En unos momentos, entró un hombre a la habitación a recoger el vidrio. Oleg permaneció en silencio. "Perdón", dijo apenas, sin ver a nadie en específico, tenía la mirada perdida en la nada. En unos minutos, el sujeto terminó de limpiar y se retiró. La doctora habló de nuevo, mirando a su paciente:
—Emocionalmente, ¿cómo te has sentido?
Oleg alzó la vista, su boca dibujaba una raya.
—¿Has seguido teniendo visiones?
—¿Hoy no vendrá el doctor Ruíz?
—Sí, en la tarde. Esta mañana me tocó a mí visitarte por lo que, si has tenido pensamientos extraños, variaciones en tus emociones o visiones, puedes contármelo y yo lo anotaré para que lo revise el doctor Ruíz cuando venga a atenderte. ¿De acuerdo?
Vio esa sonrisa amable. Después de unos segundos, asintió en silencio.
—Bien, Oleg —continuó con la misma voz dulce —¿Hay algo que quisieras compartir?
—No, todo ha estado bien —alzó la mano frente a su cara, sacudiéndose —. Este es mi único problema.
La mujer suspiró, frustrada; esperaba más. Estaba casi segura de que el joven le ocultaba todo lo relacionado a su mente, pero no insistió. Se limitó a continuar escribiendo sus observaciones en la nota médica.
—Muy bien, Oleg. Si te parece, hoy iniciaremos un nuevo tratamiento, pero tendremos que monitorearte y hacerte pruebas para ver cómo reacciona tu organismo a este cambio. Con esto buscaremos que sigas sintiéndote bien y que el problema de tus extremidades mejore o desaparezca, incluso. Ese sería el ideal.
Agachó la mirada, torció los labios, pensativo. Sus dedos se encogieron, se agitaban con más violencia que antes. De estrépito, tomó con fuerza su muñeca derecha, tratando de que los temblores se calmaran con el agarre.
—Aún será un tratamiento experimental, ¿verdad?
—Sí, Oleg. Si tu organismo responde bien a la nueva medicación volverás a tus actividades normales y nos veríamos no más para darte seguimiento.
Se dejó caer sobre el respaldo de la camilla. Resopló, mirando hacia arriba, sosteniendo con firmeza su mano.
—Están usando la raspvermine, ¿cierto? —Volvió los ojos a Charlotte —. Supongo que no me queda de otra más que aceptar.
Sonrió apenas.
—Creí que me habías dicho que todo estaba bien en tu salud mental.
—Lo está.
—Pero sigues teniendo esos pensamientos, tus delirios de persecusión. ¿Sigues teniendo esas visiones?
Tragó saliva. Su rostro se mantuvo serio, inexpresivo.
—Lo anotaré aquí para que hable contigo el doctor Ruíz.
—No es necesario. Estoy bien.
—Oleg, te recuerdo que necesitamos que seas transparente con nosotros para darte el tratamiento adecuado. Entiendo que puedas tener miedo o desconfianza, pero que seas sincero con nosotros al respecto de tus síntomas es lo mejor para tu salud.
"Está bien", respondió de mala gana. Vio al hombre del aseo retirarse después de limpiar el desorden de la charola con comida. Apenas pudo mirar a la mujer concentrada en el dispositivo.
—Bueno, es todo de mi parte. El enfermero Harry vendrá a ayudarte. Me comunicaré con el doctor Ruíz para que venga lo más pronto posible. Después, vendré con unos compañeros a seguir estudiando tu caso, especialmente el problema de tus temblores. Luego, te ajustaremos la medicación. ¿Te parece?
Movió la cabeza, tan solo un poco. Estaba molesto.
—Está bien —dijo al fin —. Después de todo, no tengo opción.
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RAN: Neurona de Acceso Aleatorio
Science FictionOleg sabe que su único destino es la muerte; es acusado de romper la realidad virtual que daría solución los problemas sociales provocados por la crisis ambiental y tecnológica de los últimos años. ¿Por qué Oleg ha corrompido el sistema que resolver...