Capitulo 4

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Pov Luis

Jefe, este es el recibo del pago que recibimos en el último lote de muebles enviados a Japón. Ah, esto es también para que lo firme. 

         -¿Qué es?

         -El espacio para la exhibición de la…

         -¡Ah!, lo había olvidado. Vale, vale. 

         La mano magullada por el trabajo casi dejó una marca de aceite en la hoja que firmaba.

El asistente se retiró y en el taller en donde Luís se encontraba, había dos hombres más que le ayudaban a cubrir la demanda de muebles exclusivos. En el fin de semana, con un par de cervezas, él se sentaba sobre su mesa de diseño y elaboraba los bosquejos que parecían quedar almacenados en su mente, esperando el momento de ser tomados y puestos sobre el papel. 

         Tenía tantos que debía organizarlos por temporadas y aquello había llamado la atención de ricos y famosos que querían lo más exclusivo en sus casas u oficinas. A Luís le parecía que eso era una “mierda esnob” pero la paga le daba para mantener su vida. Quizás era un poco hipócrita de su parte. 

         Volvió a su trabajo, a lijar y pulir, a pegar, a clavar, a barnizar. Sus ayudantes tenían gran respeto por él y no lo veían como un jefe tiránico sino más bien casi como un igual. Luego de cada jornada, los cuatro se sentaban en la cochera a ver el atardecer mientras comían asado. Los placeres sencillos de la vida. 

         Seguía en lo suyo cuando escuchó el sonido inconfundible de unos tacones. Alzó la vista y se trataba de Sofía. 

         -Buenos días, chicos. Hola, Luís. Quería hablar contigo… A solas. 

         Ellos estaban acostumbrados a su presencia pero a él, en particular, no le gustaban las visitas sorpresas.

         -¿Qué buscas?

         -Ven, vamos a hablar. 

         Sofía era la decoradora de las estrellas. Su buen gusto la había llevado a diseñar para actores multimillonarios y presidentes. A Luís le parecía chocante tener algo de contacto con aquellos mundos. A pesar de ello, a él le gustaba su caminar, el pelo largo  y negro, las caderas anchas y los pechos grandes. Le recordaba la exuberancia de Mónica Bellucci. 

         Ambos se habían conocido en esas tantas conferencias de diseñadores y decoradores. Los dos intercambiaron una mirada intensa y no faltó mucho para ambos follaran sobre las cajas de cartón del almacén luego del primer apretón de manos. 

         Lo suyo no era formal sino ocasional. Aunque, lo mejor de todo era que a Sofía le encantaban las cadenas y los azotes. Para Luís era una pequeña vía en donde podía expresar, al menos un poco, toda esa vena Dominante que tenía dentro de su ser. 

         Se acercaron entonces a una esquina, fuera de la vista de indeseables. 

         -Mola esa camiseta mojada. Me encanta cómo se te ve. 

         -A ver, a ver. ¿Qué se te ofrece?

         -¿Recuerdas el pedido del sofá? Lo necesito pronto, muy pronto. El cliente está ansioso de tenerlo en su sala. 

         -Venga, Sofía, estoy atiborrado de trabajo. No sé si podré hacértelo a tiempo.

Ella se acercó lentamente. Se quitó los lentes y meneó el cabello. Luís sintió el roce de los pechos de ella sobre su mano. 

         -¿Será posible algún tipo de esfuerzo extra? Puedo pagar para que se agilice el proceso. 

         Mordió sus labios, aquellos labios que a él tanto le gustaban. 

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