capitulo 9

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Luis?

E l siguiente día parecía que las cosas iban a estar tranquilas, o al menos así pensó Luís al momento que sonó el despertador a las 7:00 a.m. Hizo un gruñido producto del mal humor pero aun así tomó el impulso de levantarse y tomar una ducha fría. La necesitaba. ¿La razón?, había soñado toda la noche con Elena. 

         Apenas su cabeza rozó la almohada, pensó en ella. No quiso combatir con aquello así que decidió seguir el rumbo que impusiera su mente. Al principio sólo imaginaba que la besaba, que tocaba su pequeña cintura, acariciándola. Pero luego, todo se volvió más intenso. 

         Su rostro estaba muy junto al de ella así que recreaba la escena de tomarla por el cuello para ahorcarla un poco. Pero sólo un poco, Elena era frágil y eso le causaba mucho morbo. 

         Luego él le arrancaría la ropa, violentamente. No existían las mediaciones, sólo el deseo que tomaba el cuerpo de Luís. Quedó desnuda frente así y observó aquellos pequeños pechos que le parecieron blancos y dulces como un par de duraznos maduros. La suavidad de la piel y cómo esta se volvía de gallina por el tacto de sus manos. Estaba excitándose. 

         Sentía su pene erecto y en ese punto no estaba seguro si estaba en un sueño o en la realidad. Pero, ¿importaba? ¿Por qué no mejor disfrutar del momento y ya? 

         En medio de la nebulosa de fantasía, él también se quitó la ropa. Se mostró desnudo ante ella. Desnudo y hambriento por saborear su cuerpo.

Se sentó, tomó su pene y lo sostuvo para que ella se colocara sobre él. Ella se acercaba, suave, como una diosa virgen para caer y fundirse con él. El calor de la vulva de Elena, la humedad, esa deliciosa humedad lo hizo gemir y a ella también al momento que sus carnes cedían ante su virilidad. 

         Las manos de ella se aferraron a él y él hizo lo propio pero en la cintura de la ninfa. Luego de estar acoplados perfectamente, las caderas de Elena comenzaron hacer ese movimiento de vaivén que hacía que las sensaciones fueran aumentando cada vez más. 

         No había palabras porque no había nada qué decir. Sólo había magia y deseo. Sus pieles parecían confundirse al igual que sus voces que gemían al mismo tiempo. Ella se veía deliciosa, brillante como la luna de esa noche. 

         -Mi señor…

         -Un poco más, vamos.

         Alcanzó él a decir apenas, su excitación sólo lo dejaba concentrarse en ese calor que lo abrasaba. Finalmente se corrieron al mismo tiempo, como si estuvieran sincronizados. Luís, la tomó en brazos y la volvió a besar pero con la diferencia que, en ese beso, deseaba demostrarle que sería su Dominante y protector. 

         Se despertó sudado y mojado por su esperma. Se sintió como adolescente. 

         -Joder, no soy un chaval. 

         Luego de limpiarse, llenó sus palmas con agua fría y se la echó en el rostro. Miró su rostro húmedo y enrojecido por aquel sueño tan vívido. Pensó que se calmaría pero no, pasó todo lo contrario. De hecho, el pensamiento de abrir la puerta inesperadamente, tomarla y hacerla suya,  cruzó por su mente. 

         -Estoy loco. Es imposible. 

         Apagó la luz y volvió a echarse sobre la cama. Tenía tanto que hacer que distraerse no era una opción. 

         Así fue cómo se levantó en la mañana. De mal genio, para variar pero con el recuerdo del sueño. Cepillaba sus dientes y, sólo el ápice, de las sensaciones que había tenido, le produjo otra violenta erección. 

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