⚜Capítulo III⚜

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Capítulo III

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Capítulo III

El rey ha regresado, su Alteza y pidió verla...anunció un paje entrando a su habitación y Natasha se puso de pie, alisando su vestido con parsimonia antes de dirigir sus pasos hacia el salón del trono.

No tenía ningún apuro en ver a su marido, mucho menos después de las noticias que había recibido en esos días. Se rumoreaba que el rey estaba abandonando posición tras posición, que dejaba los pequeños poblados de las afueras para que fueran rapiñados por los hombres de Duskendale y que había prohibido, so pena de muerte, que los campesinos se refugiaran en la capital, con la excusa de que debían proteger los recursos de la ciudad. A ella aquello le parecía una crueldad espantosa y hubiese deseado hacer algo para ayudarlos, pero, sus manos estaban atadas. Él era el rey y su palabra era ley. Por muy estúpida, cruel o infame que ésta fuera. Bruce se volteó hacia ella al verla entrar e ignoró la pequeña reverencia que le dedicó, apegándose aún a las formalidades.

Pese a su desprecio por ese hombre, la reina había decidido seguir jugando el papel de una esposa respetuosa. Al menos mientras tenían gente a su alrededor. Natasha ya no lo reconocía como su rey, pero, le gustara o no, él seguía siendo el soberano y era el comandante de las fuerzas del país: si él caía, también caería su reino y sería su pueblo el que sufriría las consecuencias. Pero, ¿no había sufrido ya suficiente el pueblo en sus manos? Bruce lo ignoraba, pero, ella sabía que desviaba los fondos de sus caridades para complacer a sus amantes con joyas caras y telas finas. Sabía también que había subido los impuestos al menos siete veces en el último año y sabía de igual modo que su gente sufría de hambre, sin que ella pudiera hacer nada al respecto... ¿sería realmente tan malo si lo derrotaban?

El rey hizo un gesto a los hombres que lo acompañaban y quedó a solas con su esposa en medio del salón. Natasha permaneció muy quieta, con las manos cruzadas, observándolo mientras él se paseaba de un lado a otro frente a su trono, masajeándose las sienes.

─ El conde de Trost ha retirado a sus hombres y se ha replegado a sus tierras, alegando que debe defender sus feudos. También el duque de Carran y el marqués de Sina. Debes enviarles mensajeros y exigirles que regresen y protejan la capital─ le dijo, apuntando a la mesilla del escribano a su izquierda con voz perentoria.

Natasha esbozó una pequeña sonrisa.

─ Lo siento, mi señor. Pero, no puedo hacer eso...─ respondió con tranquilidad, enfrentando la mirada enfurecida de su marido sin amedrentarse.

─ ¿A qué te refieres con que "no puedes hacer eso"? ¡Es una orden, maldita sea! ¡Te lo ordena tu rey! ─ gritó, acercándose a ella con gesto amenazante.

─ Usted ya no es mi rey. Es su debilidad la que causó la deserción de los nobles. Su debilidad y su concupiscencia... ¿cree que los nobles han olvidado lo que ha hecho con sus hijas? ¿cree que han perdonado que las haya arruinado y que las haya convertido en el hazmerreír del reino entero? ─ Bruce se detuvo en seco y la miró de hito en hito mientras caía en cuenta que lo que ella decía era toda la verdad.

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