⚜Capítulo VI⚜

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Capítulo VI

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Capítulo VI

Natasha retrocedió un par de pasos y cayó sentada sobre su cama, sintiendo un peso extraño en el pecho. La guerra había acabado. Bruce murió y con él todo se acabó. Perdieron. Ahora, todo lo que conocía, quería y añoraba en lo más profundo de su ser, desaparecería para siempre, sometido en las manos de un extraño. ¿Qué pasaría con ella ahora? ¿Qué decisión tomaría el rey sobre ella? ¿La asesinaría, como había asesinado a su esposo y a sus padres? ¿La enviaría al exilio? ¿La convertiría en una plebeya? O, quizás tenía ideas más perversas en mente... su corazón se debatía entre el alivio por haberse librado al fin de la presencia infernal de su marido y el terror más abyecto al ver su destino puesto en manos de un hombre que no había dudado en decapitar al soberano de una nación frente a las puertas de su capital y en presencia de todo su estado mayor.

─ Mi señora... ¿quiere que empaque sus cosas? Sir Clint tiene una vía de escape preparada para usted...─ dijo Yelena, materializándose a su lado.

La muchacha se veía muy asustada y Natasha comprendió que no sólo ella, sino todos dentro de las murallas de la capital debían estar aterrorizados frente a su incierto futuro. Entonces, la mujer se puso de pie y respiró hondo, recobrando su compostura. Steven podría haber ganado la guerra, pero, ella aún era la reina... y fuera cual fuera su destino, lo enfrentaría con toda la dignidad que sus padres le habían enseñado. ¿Huir? No, no huiría. Lo enfrentaría de frente y suplicaría por la integridad de su gente... y una vez que tuviera seguridad de que su pueblo no sufriría, aceptaría lo que fuera que él dispusiera. Sin temor.

─ Yelena, ¿cuál es mi mejor vestido? ─ preguntó de pronto, sorprendiendo a la muchachita.

─ El... el vestido de brocado azul, su Alteza. El que mandó a hacer para su próximo aniversario de bodas...─ replicó y Natasha recordó aquella preciosa pieza de seda azul medianoche que había mandado a hacer para la cena de gala con la que cada año celebraban su aniversario de bodas, como si fuera algo que valía la pena celebrar. La reina lo pensó por un momento. El vestido era bellísimo, pero ella quería algo más que verse hermosa; quería representar a su nación, ser la imagen misma de Elbright...

─ Tráeme el vestido que usé en mi coronación. Y la corona de mi madre...─ ordenó.

Yelena la observó un segundo, como si no comprendiera la orden, pero, cuando sus ojos se encontraron con los de la reina entendió lo que ella quería. La muchacha la había servido fielmente desde que era poco más que una niña y su soberana siempre había sido amable y dulce con ella, ganándose su lealtad absoluta a pulso. Ahora que todo estaba por terminar, no la dejaría sola: fuera cual fuera su destino, ella lo compartiría. Se inclinó en una profunda reverencia y corrió a cumplir sus órdenes. Natasha se sentó frente a su tocador y soltó su cabello, quitando los broches y las cintas que lo sujetaban para comenzar a peinarlo cuidadosamente, acomodando sus rizos primorosamente. Aquella sería la última vez que luciría como una reina y se aseguraría de que todo el mundo la recordara.

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