⚜Capítulo VIII⚜

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Capítulo VIII

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Capítulo VIII

─ Venga conmigo, por favor, mi señor─ pidió la muchachita, guiándolo a través de los elegantes pasillos del enorme palacio de Elbright.

Las paredes se hallaban recubiertas con placas de mármol blanco, veteado de dorado, mientras que el piso estaba cubierto por gruesas alfombras de lana que amortiguaban el sonido de sus pasos. Era tan distinto de su hogar, tan ostentoso y tan acogedor al mismo tiempo. Los techos eran altos y bordeados de molduras de oro, los ventanales enormes y la luz llenaba el lugar. Los cuadros, con retratos de los antiguos gobernantes de Elbright, parecían seguirlo con la mirada, como si supieran que no pertenecía a ese lugar, que era un invasor.

Aunque, ¿lo era? ¿Era realmente un invasor cuando todo lo que hicieron fue pelear para devolver el reino a su legítima dueña? Su corazón latía con fuerza y a cada paso que daba, parecía acelerarse un poco más. Tenía tanto tiempo esperando ese momento, tanto tiempo anhelando volver a ver aquellos ojos que le robaron la paz del alma desde el primer día, tanto tiempo deseando volver a sus brazos. Finalmente se detuvieron frente a unas puertas enormes que la muchachita menuda se apresuró en abrir.

─ Su esposa está esperándolo, mi señor─ informó, inclinándose en una pequeña reverencia.

Olvidándose de sus modales, del lugar en el que estaban, de absolutamente todo, James entró a la habitación como una tromba, buscando con la mirada a su mujer. Wanda estaba sentada en el alféizar de la ventana, con la mirada perdida en el exterior, retorciendo sus manos en un gesto que él conocía muy bien. Suspiró, soltando el aire que al parecer estaba reteniendo sin darse cuenta y se adelantó un paso, sin encontrar las fuerzas para llamarla. Se sentía culpable. Ella sufrió quién sabe qué vejaciones y maltratos, todo porque no fue lo suficientemente fuerte para protegerla. Por su mente cruzaban los recuerdos de su boda, la forma en que el sacerdote unió sus manos con un trozo de seda bordada por su hermosa novia y él juró que la protegería hasta el último de sus días. Pero falló. Falló y ahí estaban las consecuencias.

Él la conocía bien. Conocía cada centímetro de ella y podría dibujar el mapa de su rostro con los ojos cerrados. Por eso notó de inmediato sus ojos apagados, los hombros hundidos, la forma nerviosa en que retorcía sus manos, los golpes en su labio inferior y sus mejillas...

─ Wanda...─ llamó al fin, con un hilo de voz. Estaba aterrado. Aterrado que ella lo rechazara, que lo odiara, que no pudiera perdonar su debilidad. Su esposa finalmente volteó hacia él y el alivio invadió su alma como un bálsamo al ver la sonrisa que se formó en sus labios.

─ ¡James! ─ exclamó, bajándose de la ventana para correr a su encuentro, lanzándose a sus brazos y aferrándose a él como un náufrago a una tabla en medio del mar.

Bucky la estrechó contra su pecho, sintiéndose de nuevo completo al sostener su peso en sus brazos, su aliento contra su cuello, sus lágrimas humedeciendo su camisa. Wanda sollozó, escondida en el hueco de su cuello, demasiado avergonzada como para enfrentar su mirada. James la sintió temblar en su abrazo y acarició su espalda con suavidad, conteniendo su propia angustia y su culpa, encerrándola en lo más profundo de su ser. Luego tendría tiempo de suplicarle su perdón, por ahora, sólo disfrutaría de su calor. Wanda se aferró a su esposo con fuerza, agradecida de estar una vez más a su lado. En su interior, se debatía entre la alegría y el miedo, sin saber que su marido sentía exactamente lo mismo.

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⏰ Última actualización: Feb 22, 2023 ⏰

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