Capítulo III

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Alexander inrrumpió en la habitación si siquiera llamar a la puerta.

—Oye no has visto mi chaqueta, creo que lo dejé por aq...—se detuvo a mitad de frase al verme.

—Lyra es una vieja amiga mía.—intervino Lucian.

—Un placer volver a verla señorita.—dijo tomando mi mano para besarla—Pero debo admitir que no pensé que fuera tan pronto.—comentó con descaro.

—Primo espero que no te moleste que invite a mi amiga.—dijo Lucian haciendome señas con los ojos para que le siguiera el juego

—Para nada t...primo—contestó Alexander que evidentemente iba a decir tío.—Espero que la señorita Lyra se sienta a gusto y poder compartir yo tambíen con ella pero desgraciadamente llevo prisa.

Ignoraba el por qué de aquella extraña farsa cuando yo sabía la verdad.

—Ten,  aquí está lo que buscabas—dijo Lucian teneiendole la prenda que había estado colgando en el brazo dd un sillón.

—Gracias—se marchó a grandes sancadas y luego se volvió hacía mi—Espero que la próxima vez acepte tomar el té conmigo.

—Lo pensaré— dije indiferente pero ya se había ido.

Miré a Lucian y él se encogió de hombros.

—¿Qué ha sido todo eso,  por qué actuaste como si yo no supiera todo?

—Mi inmortalidad ha sido un secreto de familia durante decadas, siempre finjo ser un pariente o un primo lejano delante de la gente y tú relación con mi hermano era algo que solo él y yo sabíamos.—explicó—Además pensé que no querías que Alex supiera tu historia con Bastien.

—Concuerdo, es una historia demasiado larga y complicada para contarla.

—¿Lyra qué planeas hacer de ahora en adelante?

—En realidad no lo sé.—lancé un profundo suspiro de frustración— Me fui de mi casa. No se si lo sabías pero soy adoptada,  así que decidí buscar a mis padres pero ya no estoy segura de ello.

—Ya lo sabía, Bastien me lo contó.—dijo meditabundo—¿Por qué ya no quieres encontrarlos?

Le conté la hitoria de como me habían adoptado y el escuchó atentamente.

—Y ahora no se que pensar, si esa mujer era mi madre sus acciones denotan claramente que no me quería—dije con tristeza al pensar que ni mi verdadera madre me amaba—Por otro lado está la opción del secuestro y aún si fue así por donde se supone que debo comenzar a buscar.

—Por lo que me cuentas dudo que esa mujer fuera tu madre suena más lógico lo del secuestro.

En ese momento alguien tocó la puerta.

—Adelante—ordenó él.

—Señor—dijo una doncella entrando timidamente,  era una chica menuda con el cabello rubio miel y el rostro pecoso —Perdone la interrupción pero abajo hay un cochero preguntando si la señorita piensa quedarse.

Me había olvidado por completo del pobre conductor,  le había dicho que no tardaría mucho pero no contaba con encontrar a Lucian. Teniamos tanto de que hablar que terminé olvidando al pobre hombre.

—Dile que lleve los caballos a nuestras cuadras,  denle agua comida y un  lugar donde dormir al dueño y a los caballos. También quiero que suban las pertenencias de la señorita y las acomoden en mi habitación—la criada se sonrojó y yo no sabía donde enconder la cara—Y lleva mis cosas a una habitación de huespedes—aclaró pero seguro que la criada tenía sus propias conclusiones ya sacadas.

—Sí, señor—contestó asintiendo con la cabeza—¿Algo más?

—No quiero nada de chismes ni rumores.—sentenció en tono sévero—Quiero que la señorita Lyra se sienta comoda como en casa . Tú serás su doncella y dama de compañía.

¿Entendido?

—Sí—contestó y se marchó

Le lancé una mirada de reproche.

—¿Por qué hiciste eso? Para colmo pediste que llevaran mis cosas a tu habitación y que sacaran las tuyas?—pregunté un poco alterada—Eso sin contar como quedó mi reputación.

—No tienes a donde ir y permiteme corregirte, la habitación que uso es la tuya y no tengo muchas cosas ahí.—contestó restandole importancia al tema— Si quieres puedo mandarla a decorar para que se vea tal y como la dejaste.

—No, con esto basta.

—Puedes quedarte el tiempo que desees—se puso de pie y me hizo un gesto para indicar que lo siguiera aunque conocía perfectamente el camino a mi habitación.

—¿No te preocupa lo que piense tu sobrino?

—Para nada, él no suele cuestionar mis desiciones.—respondió tranquilamente.

—Está bien,  confió en ti.—dije en tono afable porque de verdad le tenía confianza.

—Descansa—dijo dejandome en la puerta de mi habitación—Luego hablaremos sobre tus padres.

—Gracias por todo.

—No es nada.—dijo antes de desaparecer por el pasillo.

Belleza CruelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora