Capítulo V

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Al despuntar el día no tuve otra opción que prepararme para el paseo. Bajé las escaleras donde aguardaba Alexander causandome una sensación de deja vú.

—Buenos días—saludó sonriente.

—Buenos días— respondí un poco seca pero a él no pareció importarle.

—Lista para conocer la casa, los dominios y la historia de mi familia—dijo con entusiasmos.

—Supongo—alcancé a decir

Me enseñó la casa lo cúal me pareció aburrido porque ya conocía la estructura y algunas de sus estancias.

Luego me llevó a la sala de arte que tanto frecuentaba en el pasado.

—Más que una sala de arte es como un salón de la fama de los Alfort—decía cada palabra con orgullo y emoción—En esta pared cuelgan los retratos de todos mis antepasados e incluso el mío.

Me quedé absorta mirando los retratos y reconocí el retrato familiar donde aparecía Bastien de niño y Lucian de bebé en los brazos de su madre y su padre parado detras con la mano sobre el hombro de su esposa.

—Es mi tatarabuelo con su familia—comentó colocandose a mi lado—Pero tengo entendido que la dama del retrato era su segunda esposa. Mi verdadera tatarabuela es ella— dijo señalando el retrato de una mujer con la piel olivasea vestida de azul marino con el cabello color miel y los ojos gris tomenta.

Ella era la madre de Bastien. Era hermosa y compartía los mismos ojos cautivadores de su hijo.

Seguí con la vista la red de retratos y me detuve frente al rostro que amaba.

—El es mi bisabuelo,  todos dicen que me parezco mucho a él.—explicó al ver mi expresión.

—El parecido es imprecionante—sentencié.

—Lo sé, pero no es nada raro,  en esta familia todos los hombres se parecen.

—No veo ningún retrato de Lucian.—dije con curiosidad

—No le gusta ser retratado—contestó con expresión consternada pero cambió tan rapidamente que casi pensé que lo había imaginado.

El siguiente retrato me dejó tan impactada que casi solté una esclamación.

—Es mi bisabuela, Lady Dafne—mencionó Alexander—Se parece mucho a ti.—señaló—Tal vez estes emparentada con nosotros después de todo.

Ojalá sus palabras hubieran sido mero sarcasmo pero lo cierto es que Lady Dafne la esposa de Bastien tenía el mismo color de cabello y ojos que yo solo que su piel era más palida y sus facciones eran hermosas pero distintas a las mías. Aquello era muy raro que escogiese a una mujer con cualidades físicas similares a las mías como ai fuese un remplazo.

—No lo creo—negué con la cabeza.

—No piense así,  para mi sería un honor tener una prima tan bella como usted.

—No, gracias.

Luego me enseñó el retrato de su madre tan delicada como una rosa vestida de un hermoso color pastel sentada en un prado de flores silvestres,  con los ojos claros y el cabello como hilo de oro.

Pude ver dolor, trizteza y culpa en sus ojos.

—Era preciosa ¿no es cierto?—dijo en tono melancólico.

—Su padre debió amarla mucho parecía una buena persona.—hablé con el objetivo de darle un poco de consuelo

—Nadie con esa mirada puede ser mala persona—concluyó él.

No supe que responder a eso así que me mostró a primos y primas

—Y este soy yo—señaló deteniendose frente a un retrato suyo.

—El pintor le hizo justicia,  captó a la perfección su arrogancia—expresé en el tono más mordaz que encontré.

—Supongo que eso fue un cumplido—dijo esbozando una sonrisa descarada.

—¿Tiene usted hermanos?—pregunté con la intención de decirle que gracias al cielo nadie sufriría el castigo de compartir ese lazo con él.

Pero su respuesta me tomó por sorpresa.

—Sí, tengo uno.

—No veo su retrato.—señalé

—Le dije antes que aquí estan todos los Alfort.—dijo con voz queda

—Sí, lo recuerdo.

—Pues mi hermano no es uno de ellos. Es hijo de la segunda esposa de mi padre.—explicó tranquilamente

—Entonces es menor que usted.

—Sólo dos años pero quien nos viera juntos pensaría que tenemos la misma edad.—dijo con expresión divertida—Ahora voy a mostrarle el exterior—canturreo y me guío a la salida.

Para el final del día me dolían las piernas y los oídos. Alexander tenía un caracter que era una mezcla de sarcasmo, arrogancia e inmadurez. No era del todo pedante pero si algo irritante.

En la cena Lucian se nos unió y escuchó con paciencia como Alexander le contaba lo que habíamos hecho durante el día.

—Debiste acompañarnos primo—se dirigió a mi—¿No es verdad,  Lyra?

—Concuerdo—y realmente pensaba que la presencia de Lucian hubiera hecho todo más llevadero.

En ese momento inrrumpió un hombre en el comedor. Era joven pero llevaba barba y un extraño atuendo. Sin decir una palabra jadeando de cansancio le tendió un sobre con un sello rojo a Lucian.

—Qué alguien le de comida,  agua y descanso a este hombre—ordenó Lucian a la criada que había entrado trás el hombre que al parecer era un mensajero.

—¿Que ha pasdo?—preguntó Alexander.

—Es un sello real, supongo que esto es para ti—dijo tendiendole el sobre.

Alexander abrió la carta y por su rostro se notaba que el contenido no era de su agrado.

—¡Maldición!—dió un respingo en la mesa mientras la golpeaba con su puño cerrado—¡No puede ser!

—¿Que ocurre?—preguntó Lucian interesado.

—Miralo con tus propios ojos—contestó Alexander furioso mientras le tendia la carta.

Este la leyó sin sobresalto para finalmente decir.

—Supongo que tendrás que ir urgentemente a la capital.—dijo tranquilamente.

—Tendremos—le corrigió—No pienso ir solo.

—No será la primera vez que vayas solo.

—Pero esto es diferente,—dijo con voz consternada—Sabes que hace años que no le hablo.

—No puedo dejar a Lyra sola aquí y marcharme—contestó Lucian.

< Al fin alguien recuerda que estoy aquí>

—Si ese el problema que venga con nosotros y problema resuelto—concluyó Alexander.

—Os veo muy animados a los dos hablando de mi como si no estuviera presente—las palabras comenzarón a brotar sin control— Y decidiendo mi participación en un viaje sin siquiera preguntarme si quiero ir—tomé aire—¿Alguien sería tan amable de explicarme que está ocurriendo?

Belleza CruelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora