Seis

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—¿Qué te parece este? Es bonito, ¿no crees?

A Harry desde luego le gusta. Puede imaginarse en un parque, con la caja del delicado anillo de oro en el bolsillo y un discurso estúpido en la cabeza que diría a orillas del lago antes de ponerse de rodillas.

—Sí, aunque no sé...

—¿Y este? Tiene incluso un zafiro, que simboliza la lealtad y...

El azul le recuerda a los ojos del chico. Sin duda sería una excelente opción para pedirle matrimonio, quizá cerca del mar, con la brisa acariciándoles el rostro y las olas como testigos.

—Es demasiado caro, rizado. Solo tengo unos pocos ahorros de cuando trabajaba.

—Está bien, no te preocupes. Encontraremos el anillo perfecto.

Si fuera Harry el que tuviera que pedirle matrimonio a aquel chico, ya lo habría encontrado. Lo habría encontrado mil veces, con mil pedidas de mano distintas, porque quiere tanto al chico que le gustaría prometerle lealtad y compromiso todos los días de su vida. En un parque, en la playa, en lo alto de una montaña, en medio de un concierto, en un restaurante, en su casa, en el Sunflower Café, en la calle. Harry quiere oírle decir "Sí" en todos esos sitios y en infinitos más.

—Rizado, para. Llevamos horas mirando. Creo que es el momento de tomarse un descanso. He visto tantos anillos que ya todos me parecen iguales.

—Pero aún no has elegido uno. Solo... Sigamos un poco más. Mira este. Los diamantes siempre quedan bien, y no es tan caro como el de zafiros y...

—En serio. Hagamos una pausa. No quiero... No quiero seguir pensando en esto.

Harry suspira y se obliga a apartar la mirada de la pantalla del ordenador. Ahora ya no tiene ninguna excusa para evitar mirar al chico, y este parece darse cuenta, porque se retuerce incómodo en su asiento.

Si Harry se esfuerza lo suficiente, puede imaginarse que aquella pedida de mano es entre ambos. Probablemente están eligiendo anillos juntos porque los dos son demasiado cabezotas como para aceptar una alianza demasiado cara, o quizá porque saben que el otro también está organizando una pedida de mano así que es más fácil ponerse de acuerdo. Harry busca algo elegante y distinguido, que llame la atención, porque quiere que todo el mundo pregunte por el anillo, mientras que el chico quiere algo duradero y resistente que pueda llevar años y años sin que se estropee para poner enseñárselo a sus nietos. Es muy complicado encontrar el anillo que convenza a ambos, así que por eso llevan horas y horas mirando sin resultado.

Sin embargo, cuando sus ojos se encuentran con los azul nublado del chico, Harry se ve obligado a volver a la realidad. El chico no se casa con él, se casa con ella. Y Harry, como su buen amigo, está ayudándole con los preparativos porque es un momento muy importante para el chico. Porque se casa. Con Helen.

—Pues tienes que seguir pensando en ello, porque para pedirle matrimonio a tu novia necesitas un anillo —replica Harry, con más brusquedad de la que pretendía.

El chico se encoge visiblemente, casi como si Harry le hubiera dado una bofetada. No obstante, Harry no se disculpa, porque lleva razón. El chico la ha elegido a ella, así que Harry tiene motivos para comportarse así.

—Llevas razón —murmura el chico, recolocándose el flequillo—. Sigamos buscando. Tu anillo lo encontré en apenas unas horas, no puede ser tan difícil elegir un anillo de compromiso...

Los ojos de ambos se dirigen hacia el anillo de "Peace" en el dedo de Harry. Harry aparta la mirada primero, porque su corazón amenaza con romperse del todo al fijarse en ese anillo. Qué iluso fue al pensar que aquel regalo significaba algo...

Efecto Mariposa - L.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora