Ocho

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Louis se muerde las uñas, preocupado, mientras llama a la puerta de su casa. Harry lo toma de la mano y le da un pequeño apretón que pretende ser reconfortante.

—¿Listo? —murmura Harry, rozando la mejilla de Louis con sus labios.

Louis aprieta la mandíbula y asiente, justo cuando la puerta se abre.

El que Harry supone que es el señor Tomlinson se encuentra en el marco de la puerta, con el ceño fruncido. No hay mucho de Louis en su rostro, quizá un poco de la forma de la mandíbula o la nariz, lo cual alivia a Harry. Jamás podría odiar a alguien que lo mirara con los mismos ojos color cielo de verano de Louis.

—Louis, ¿qué demonios crees que...? —gruñe el señor Tomlinson, mirando primero a Louis y luego a sus manos entrelazadas.

—Papá, tengo algo que deciros —lo interrumpe Louis, y su voz apenas tiembla—. ¿Puedo pasar?

El señor Tomlinson enrojece poco a poco, y para cuando Harry piensa que su cabeza estallará el hombre se abalanza sobre Louis y lo estrella contra la pared.

—¿CÓMO SE TE OCURRE? —vocifera en el rostro del chico—. ¿CÓMO SE TE OCURRE VENIR AQUÍ ASÍ, DE LA MANO DE ESE... ESE... ESE MARICÓN?

Louis está paralizado, con los ojos muy abiertos y el labio inferior temblando. Harry no quiere ni imaginarse la cantidad de veces que ha tenido que vivir aquello para mostrarse así de sumiso ante los gritos de su padre.

—Te lo advertí —gruñe el señor Tomlinson—. Te lo advertí una última vez, Louis... Te dije que si volvías a cogerle de la mano a ese enfermo te mataría. ¡Ningún hijo mío será un pecador!

Y entonces el puño del hombre impacta con la cara de Louis, y la nuca de este choca contra la pared con un desagradable chasquido. La sangre comienza a brotar de su nariz a borbotones, y Louis suelta un gemido, pero eso no detiene a su padre. Lo golpea una, dos, tres veces, y para cuando Harry reacciona Louis tiene el rostro destrozado.

Harry toma del brazo al hombre y lo separa de un violento tirón de Louis. Se coloca delante del otro chico, cubriendo la figura magullada y débil de Louis, y mira con total tranquilidad al señor Tomlinson:

—No va a ponerle un dedo más encima, nunca más. Voy a llamar a la policía, voy a contarles lo ocurrido y va a acabar en la cárcel como el capullo que es. A lo mejor allí le enseñan a tratar adecuadamente a las personas...

El hombre lo señala con un dedo que pretende ser amenazante pero que tiembla sin remedio.

—Apártate, marica. Es todo tu culpa, tu jodida culpa. Mi hijo era normal, estaba saliendo con Helen, por fin había conseguido que saliera como una mujer, y llegaste tú, con tu vicio y tu deseo, y corrompiste otra vez a mi hijo. ¡Es culpa tuya que ahora sea un enfermo y un degenerado! ¡Es culpa tuya que tuviera que pegarle y castigarle para enseñarle a ser un hombre de verdad! ¡Es culpa tuya!

Harry sabe que nada de eso es cierto, pero hay una parte de su cerebro que admite que lleva parte de razón. Fue él el que malinterpretó las señales de Louis, fue él el que se enamoró de Louis, fue él el que intentó ayudar al chico a aceptarse, fue él, siempre él. Sin Harry, Louis quizá habría tenido una vida como cualquier otra persona al lado de Helen, en la que su familia aún lo quería y en la que no tenía que enfrentarse al rechazo y al odio.

Pero al instante siguiente Harry nota como una mano rodea la suya, y allí está Louis, mirando a su padre con la barbilla en alto.

—No —dice con voz firme, cortante, aunque la sangre resbala de su nariz y de su ceja y el ojo ha comenzado a hinchársele.

Efecto Mariposa - L.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora