CAPÍTULO 4

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Verónica jugaba a la perfección al rugby. Nadia no era la única que la miraba, sino también todo el instituto.

Las animadoras sólo vitoreaban su nombre una y otra vez sin cesar.

Pero a Nadia no pudo importarle menos lo que hicieran las demás. Es más, ni siquiera las estaba escuchando, ya que sus ojos seguían cada movimiento de Verónica en el campo por más rápido que fuera.

Poco tiempo pasó hasta que una chica tras ella la zarandeó del cabello.

-Mira, novata. Olvídate de ella, ¿entiendes? tú no vales nada aquí. Verónica es demasiado blanda con los nuevos... -la chica y su grupo de amigas se echaron a reír tras decir esto.

Nadia se sintió abrumada por la situación y simplemente salió del campo corriendo, sin dar lugar a que nadie se diera cuenta de su ausencia.

Caminó hasta su casa, tratando de ordenar sus pensamientos.

"¿Y si esa chica tenía razón?" la pregunta rondaba una y mil veces por su cabeza sin saber qué hacer. 

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En el campo, Verónica sintió el olor de la hierba matalobos y ligeramente como empezaba a debilitarse sus músculos.

Tras un gran esfuerzo, logró terminar y después se giró hacia la grada, buscando a Nadia, en vano.

Miró a Madison, hablando animadamente con una chica y soltó un gruñido que le hizo mirar en dirección a su alfa.

Madison no tardó en correr hasta Verónica y la miró con respeto, evitando el contacto visual precisamente por su condición de alfa, ya que, sostenerle la mirada a un alfa, era una señal clara de desafío.

-¿Sucede algo, Alfa?. -el chico habló con prudencia al ver el mal humor de Verónica.

-¿Dónde está Nadia, Mad? ¡Creí haber sido muy clara cuando te dije que no te separases de ella! -Verónica estaba molesta y no se molestaba en ocultarlo.

Pasaron Susana y su grupo y ésta no dudo en sonreírle a Verónica, que simplemente ladeó su cabeza y no respondió al saludo como tal.

-Yo... Ella estaba aquí hace un minuto, alfa... No entiendo qué pasó. -dijo nerviosamente Mad.

Justo cuando estaban por entrar en pánico, Shaila, una de las compañeras de Verónica de clases, se acercó hasta ellos.

-Alfa, si busca a mi compañera de historia, Nadia, se fue hace media hora por aquella dirección corriendo después de recibir las amenazas de Susana. -comentó la chica de forma preocupada.

Verónica bufó y miró a Mad.

-Esto no se queda así, Mad. Averigua donde vive, yo misma iré a por ella. -aseguró.

Mad asintió con la cabeza y procedió a cumplir la orden recibida.

Verónica paseaba, nerviosamente por el instituto y escuchó las voces de Susana y el resto de chicas pertenecientes a su grupo de amistades.

Éstas se reían fervientemente de Nadia y cómo prácticamente se había ido corriendo del lugar.

Sin pensarlo dos veces, Verónica caminó en dirección a las voces , que rápidamente se disiparon al verla llegar.

Agarró por el cuello a Susana y la golpeó contra la pared, sosteniéndola del cuello.

-Si te vuelvo a ver cerca de Nadia, estás perdida, ¿lo has entendido? -los ojos de Verónica estaban rojos, lo que denotaba que estaba tratando de no perder el control y matarla allí mismo.

Susana, asustada, asintió repetidas veces y entonces Verónica la dejó caer contra el suelo.

Furiosa, Verónica caminó a la salida y olfateó a Nadia, buscando algún rastro que le llevase hasta ella, en vano.

Su mal humor aumentaba por momentos y, temiendo perder el control, salió a correr en dirección al bosque.

Creyendo que ya no la encontraría, se permitió transformarse en loba, olvidando por completo quitarse la ropa y provocando que ésta se rompiera en mil pedazos al cambiar de forma.

Corrió y corrió sin parar durante bastante tiempo, hasta que divisó en medio del bosque una enorme casa y consiguió encontrar el olor de Nadia por toda la zona.

"¡Te encontré, pequeña!" pensó para sí mientras una sonrisa se formó en su rostro lobuno.

Vio como Nadia salía al jardín de aquella casa y se sentaba, rodeando sus rodillas con sus brazos y enterrando su rostro en ellas.

Verónica frunció el ceño, suponiendo que su malestar se debía a Susana. Y tenía razón.

Sin pensarlo, cambió a su forma humana y corrió hacia la hermosa rubia de ojos azules.

Ésta, al levantar su rostro, vio a Verónica acercarse a ella, completamente desnuda.

Sus mejillas se tornaron rojas y miró disimuladamente de arriba a abajo a Verónica. Era realmente hermosa, su piel parecía suave y su cabello rizado caía en cascada por sus hombros. Era simplemente perfecta. 

Verónica miró a Nadia y observó sus mejillas enrojecidas. Entonces frunció el ceño y Nadia le señaló con el dedo. Y ahí cayó en cuenta.

Trató de cubrir su cuerpo con sus manos, cuando de pronto escuchó la voz de Mad llamando a Nadia.

-¿Hola?, ¿Nadia?, ¿Estás ahí? -preguntó Mad caminando hacia el jardín.

 Sintiendo una ola de celos que no podía explicar, Nadia empujó a Verónica a dentro de la casa y subió las escaleras, agarrando su mano.

Una vez hubieron entrado, cerró la puerta con llave y se asomó al balcón.

-Deja de gritar. Aquí estoy, ¿Qué quieres? ¡Ni siquiera te conozco! -respondió Nadia secamente.

-Soy Mad... Es que la Alf... Eh, Verónica, me pidió que la ayudase a encontrarte porque desapareciste sin más y nos preocupaste -contestó el joven beta.

-Mad, estoy aquí con ella... Ve tranquilo, yo hablaré con ella. Gracias, Mad -dijo Verónica asomando únicamente su cabeza, cubriendo su cuerpo con la cortina.

Con esto, Mad asintió y se marchó del lugar.

Verónica se sentía feliz. No sólo la había encontrado, sino que, además, descubrió que Nadia podría tener interés en ella, a juzgar por la reacción de celos anterior.

Nadia sacó un conjunto de ropa de su armario y un conjunto de su lencería y se lo entregó a Verónica.

-Ten, vístete, no puedes caminar así por la calle -espetó, tratando de esconder los celos.

Verónica aceptó toda la ropa y, después de vestirse, se sentó en la cama de Nadia junto a ella.

-¿Qué pasó? No entiendo que te fueras así -Verónica prácticamente se tuvo que forzar a comenzar la conversación.

-Tu pareja me humilló y me hizo irme de allí. Disculpa si te he dado problemas -Contestó Nadia con su dulce voz.

-¿Susana? Es mi expareja, y ella no es nadie en mi vida. Permíte que mañana te recoja, por favor. Vives lejos y yo tengo auto, no es un problema para mi. -ofreció la hermosa alfa morena.

Nadia asintió y Verónica besó su mejilla a modo de despedida.

La rubia quedó sorprendida sin conseguir arrojar ni una sola palabra.

Verónica sonrió y salió de la habitación de Nadia. Ésta última llevó su mano a su mejilla y la acarició con suavidad, notando aún como las chispas recorrían su ser

Y, sin quererlo, sonrió.

La había besado. Ella, su pareja, su todo.

Y no podía sentirse más feliz por ello...

LAS DOS ALFASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora